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Libros 2015-07-13 11:53

Coedicion de La zorra vuelve al gallinero y Ediciones Sin Fin

Coedición de La zorra vuelve al gallinero y Ediciones Sin Fin

El músico Rafael Catana desvela su poesía en el libro Los pájaros



ï‚· En el primer volumen de poemas del autor, el lector puede

escuchar el diálogo cercano, privado, entre la mirada y el

paisaje íntimo que ésta provoca; la charla milenaria que

emprende el hombre cuando encuentra replicado en un

reflejo interior aquello que fuera le asombra y marca



Sin artificio, el lenguaje se convierte en un espejo que

deja transparencias tras su paso. La imagen circula libremente por

cualquier espacio capaz de generarla, como el de la ciudad.



Hace tiempo que el espejo natural de la poesía es la

metrópoli, en la modernidad la naturaleza transmutó árboles

por calles, sonidos por estridencias, paisajes serenos por distancias.

La transformación obligó el cambio en la melodía, y da testimonio de

ello el libro de Rafael Catana, Los pájaros de la cervecería coeditado

por Ediciones sin fin y La zorra vuelve al gallinero.



Rafael Catana, fundador del Movimiento Rupestre, mantiene en

su primer libro de poemas el mismo acorde guía, hacer una canción

que hable de lo cotidiano, lo espiritual y lo urbano, de “dejar en los

bosques el verso”; desde la desnuda experiencia de quien pierde y se

pierde bajo cables de luz que sustituyen los cielos estrellados, “en

todos los caminos donde los héroes no existen”.



Escindido, su decirse es una bocacalle cuyo único destino es el

dejar atrás y entroncar con lo siguiente, con la próxima soledad, Nadie

se da cuenta que sólo soy un fantasma/ Un reducto de alquitrán/ Una

lluvia de estrellas/ La estatua del poeta en la plaza…



de la cervecería

Sí, el poeta ha dejado atrás la naturaleza, pero no se ha liberado

de la huella trágica que se sugiere a lo largo de este libro, en la sutil

reconstrucción que hace de la figura del vagabundo antiheroico. Del

poeta que no ha decidido serlo, a quien la imagen se la impuesto:

“outsider, el invidente que escucha/ música para perdedores./ El poeta

del zaguán que escoge las estrellas/Las devora/ Siempre llega tarde”.

Es el hombre que espera en la estación de camiones con

preguntas, con rodillas o tobillos de mujer imposibles ya de alcanzar

sino a través de la memoria, del insistente recuerdo.

No hay tiempo para la anticipación, para el reposo, el paso es

citadino y el ritmo se vuelve entre los versos un personaje, porque

existe la condena del continuar en medio del zumbido sordo, que se

adivina, lo acompaña, lo rodea, y sumerge todo en una aparente nada.

Los pájaros en la cervecería es también un libro de

temperaturas, más que de estaciones: “El invierno/Con su dulce voz

de caramelo”, “Esperamos la escarcha de la madrugada”, las gotas,

una mirada que se inclina hacia el verano, la lluvia. Las palabras

miden el clima de la desolación que sigue al extravío.

Lo persistente, como esos pájaros, es el escozor de dar cuenta,

o quizá sea más preciso decir, de estampar la vida, pues este callejear

enciende estampas que arrojan luz sobre una circunferencia reducida

al momento en que transcurre: “Cruzando la frontera con un acordeón/

Con todas las páginas en blanco mirando los pájaros/ Cuántos

kilómetros para llegar a ti/ Esta carretera no llega a ninguna parte”.

Y en todo momento, escucha el lector el diálogo cercano,

privado, entre la mirada y el paisaje íntimo que ésta provoca. Es la

charla milenaria que emprende el hombre cuando encuentra replicado

en un reflejo interior aquello que fuera le asombra y marca.

Lo que murmuran los pájaros, lo que no tiene palabras, lo que

se intuye en la oscuridad, “un encuentro con la belleza con las

terminales nerviosas del misterio”.

Rafael Catana, Los pájaros de la cervecería. Coedición:

Ediciones Sin Fin y La zorra vuelve al gallinero. México, 2015. Pp. 109.

ARR

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