El programa escénico está integrado por tres obras unipersonales, en las que cada intérprete muestra las huellas de su mundo personal. En cada uno de ellos habitan fuerzas como la soledad, los rituales interiores que conectan con los misterios cotidianos y los duelos que surgen tras experiencias de incertidumbre o desazón.
Pero esos mundos individuales no permanecen aislados; se fusionan después en un trío, en el cual se pone en juego el cuerpo colectivo de la memoria, en el que las huellas de cada uno dialogan entre sí, creando nuevas realidades sin perder su carácter íntimo.