El Zòcalo de la Ciudad de Mèxico se viò desde las 8 de la noche empapado con una lluvia intermitente que aunque no era muy fuerte si formò charcos en la plancha del zòcalo. Esta lluvia arreciarìa ya casi en plena ceremonia del grito, aunque la gente no decayò en animò y gritò el viva a los hèroes y a Mèxico con las arengas de Calderòn.