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Cine 2016-05-02 19:04

El cine puede ser un mecanismo para que otros hablen: Dana Rotberg

A partir del 29 de abril



El cine puede ser un mecanismo para que otros hablen: Dana Rotberg



La cineasta mexicana estrena en la Cineteca su filme Mentiras blancas, un drama de época en tierras neozelandesas acerca de la identidad y la maternidad



Para Dana Rotberg la forma de relacionarse con el país al que había emigrado con su hija, uno tan lejano y aparentemente ajeno a México como Nueva Zelanda, fue la literatura. Lo que menos esperaba era encontrar en un breve cuento sobre la cultura maorí la inspiración para retomar su labor cinematográfica al hablar de los temas más cercanos a su carrera y su vida personal: la identidad, la supervivencia en medio y luego de la colonización, todo anclado en la experiencia de la maternidad.

En entrevista con la Cineteca Nacional, la directora y guionista mexicana platicó acerca de su más reciente filme Mentiras Blancas (White lies / Tuakiri Huna, 2013) que tras haber formado parte de la 58 de la Muestra Internacional de Cine se une a la cartelera de la Cineteca Nacional, a partir del 29 de abril en la Sala 8, Ismael Rodríguez.

A decir de la autora de Elvira Luz Cruz: pena máxima (1985), ganador del Ariel y la Diosa de Plata por Mejor Cortometraje Documental, además del premio Bochica de Oro en el Festival de Cartagena, fue una fortuna de circunstancias aquellas que precedieron a la filmación de Mentiras Blancas, pues todo implicó un proceso de años de investigación y preparación. Sin embargo, todo se llevó acabo en gran medida gracias al productor John Barnett quien desde el principio le otorgó su confianza.

El origen está en el cuento del escritor neozelandés de origen maorí Witi Ihimaera, Medicine Woman (2013), que Rotberg encontró en una recopilación del autor: “El texto me pareció de un enorme potencial para un proceso de adaptación al cine, y por otro lado, era una historia que toca cosas que me interesan a nivel personal. Además me sorprendió cómo era tan cercano a nuestra cultura.”

“Por extraño que parezca, sentí una inmediata conexión porque reconocí mucho del territorio mexicano en él. Este cuento estaba lleno de referencias a la medicina tradicional maorí, y esa es una realidad con la que todos los mexicanos vivimos. Por otro lado, aborda también un conflicto de identidad, algo con lo que los mexicanos nos enfrentamos constantemente”, agregó.

Ubicada a inicios del siglo XX en un pequeño pueblo de Nueva Zelanda, la trama gira en torno a la inusual relación de tres mujeres. Paraiti (Whirimako Black) es una sabia curandera y partera maorí que, a pesar de las leyes que se lo prohíben, atiende a muchas mujeres, incluso a las pakeha (blancas). Un día, es abordada por un ama de llaves, otra mujer maorí, Maraea (Rachel House), para que atienda urgentemente a su empleadora, Rebecca (Antonia Prebble), la consentida esposa de un adinerado hombre de negocios. Paraiti debe decidir si ayuda o no a Rebecca a terminar un embarazo que aparentemente es resultado de una infidelidad.

Tras invertir dos años para leer todo lo relacionado en términos de historia, cosmogonía y religión maoríes, además del idioma, para Dana Rotberg el proceso más complejo pero gratificante previo a la escritura del guión, fueron los años que pasó en contacto con los Tuhoe. Se trata de una remota población originaria maorí que nunca firmó el tratado de soberanía a la reina de Inglaterra y que, de acuerdo con la cineasta, es muy celosa de su identidad, sus tradiciones, su idioma y su territorio.

Compartió que su experiencia con los Tuhoe fue alentada por la convicción de conocer en verdad la cultura maorí: “Hemos visto como mexicanos, cómo somos retratados por el cine extranjero, sobre todo el norteamericano; se trata de un imagen superficial y mucha veces humillante y patética. Quise retribuir la generosidad con que me recibió Nueva Zelanda y no ser superficial al retratar una historia tan cercana a la cultura maorí”.

La primera proyección del filme se realizó para los Tuhoe, en la ciudad más cercana a su población. "Al final un tohunga, el hombre más sagrado, se levantó y habló de la película, diciendo que era la primera vez que veían su propia historia en la pantalla. Y entonces empezó a cantar una bendición maorí para la película, para todo mi equipo, para mí y mi hija. Ese fue el momento en el que sentí que podía dormir en paz. Eso era una especie de aval moral y ético de la película", recordó Rotberg.

La realizadora asegura que aquella bendición fue una experiencia que como cineasta le recordó los propósitos del cine: “Entiendes que el cine puede ser un mecanismo para que otros hablen”. Compartió también que la película despertó una conversación urgente en Nueva Zelanda al detonar en la sociedad una discusión sobre la identidad y el despojo que conllevó la colonización, tema que en el país se había evitado mucho.

Hablada en inglés y principalmente en maorí, la lengua de los habitantes polinesios originarios del país, la película ha roto récords de taquilla en las principales ciudades de Nueva Zelanda. Seguido de este éxito, el filme fue seleccionado en diversos festivales, comenzando por el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF), dentro de la sección Cine Mundial Contemporáneo.

MCL

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