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Museos 2016-03-29 22:20

Conservan obra maestra del Museo Regional de Michoacan

Cuadro del siglo XVIII

Conservan obra maestra del Museo Regional de Michoacán

· El traslado de las monjas dominicas a su nuevo convento, un retrato de gran formato que muestra

a la compleja sociedad vallisoletana, fue motivo de trabajos de conservación

· Ahora el visitante puede contemplar la escena bajo una nueva iluminación que, a la par de

resaltar detalles, preserva la calidad del óleo

De entre las más de 300 piezas que exhibe el Museo Regional de Michoacán, hay quienes llegan al

recinto preguntando por El traslado de las monjas dominicas a su nuevo convento para, acto seguido,

subir a la primera planta, dirigirse a la Sala 8, apostarse frente a este gran cuadro y sumergirse en los

códigos de la vida colonial que se aprecian en la obra y que recobraron nitidez tras una lograda

conservación realizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

A 278 años de distancia, muchos morelianos miran este retrato de la compleja sociedad de la

antigua Valladolid, como quien escudriña los rasgos de un antepasado en busca de rasgos que le sean

familiares. Considerada una de las obras maestras del recinto, sus visitantes, locales y foráneos, tuvieron

la oportunidad de ver “en vivo y en directo” los trabajos de preservación, pues dadas sus dimensiones

(4.05 m por 8.58 m) se realizaron in situ.

Francisco Javier Salazar Herrera, restaurador del Centro INAH Michoacán, explicó que el

dictamen del estado previo a las tareas de conservación arrojó que no existían deterioros que afectaran la

pieza a corto plazo; sin embargo, mostraba deformación de plano por falta de tensión (se trata de un óleo

sobre tela) en la primera mitad de la parte baja y en la segunda mitad de la sección superior, zonas

donde había mayor acumulación de polvo.

Al igual que el tema del propio cuadro, el cual documenta la breve salida de las monjas

dominicas la “sobretarde” del 3 mayo de 1738 para mudarse a su nuevo convento, la pintura muestra

pequeños desgastes de la tela por envejecimiento natural y producto también de movimientos como el

de su traslado, hace 55 años, de la sacristía del Templo de las Monjas a la sede del Museo Regional de

Michoacán, en la calle de Abasolo.

“Las tareas realizadas a lo largo de dos semanas en noviembre del año pasado comenzaron con la

separación de la obra del muro para examinar el bastidor y descartar otro tipo de intervención. Una vez

constatada la estabilidad de la parte posterior se procedió a tensar el cuadro, el cual se compone de

varias tiras de lino”.

Con el apoyo de su colega Gabriela Rincón y algunos técnicos, Javier Salazar supervisó la

limpieza superficial del cuadro, empleando agua destilada, un detergente no iónico y gasolina blanca.

Después se aplicó un barniz de protección de resina damar con cera de abeja para darle un terminado

mate; se realizaron pequeños resanes con pasta de carbonato de calcio y cola, y reintegraciones con

pinturas al barniz.

Además de las tareas de conservación se renovó la puesta museográfica de la pintura. El

museógrafo José Luis Dimas Barrera se percató que las luminarias estaban mal ubicadas y generaban

temperaturas e intensidades distintas, provocando efectos disonantes de color, iluminación y brillo.

Por lo anterior se sustituyeron los focos dicroicos por led y a la par se colocaron detectores de

movimiento para que las nuevas luminarias se enciendan sólo durante el arribo de visitantes. Ahora el

público puede contemplar la escena bajo una nueva iluminación que, a la par de resaltar detalles,

preserva la calidad del óleo.

En un texto dedicado a la pieza, la historiadora Silvia Figueroa Zamudio, secretaria de

Educación de Michoacán, comenta que este retrato social constituye uno de los mayores tesoros del

estado. En él, “el pintor captó magistralmente el carácter aristocrático y refinado de la sociedad

vallisoletana dieciochesca, en el acto culminante de las festividades que se celebraron durante varios

días, con motivo del cambio de convento”: del entonces Convento de Santa Catalina de Siena, hoy

Conservatorio de las Rosas, al “nuevo” ubicado en la Calle Real, hoy Avenida Madero, en Morelia.

La brevísima exclaustración de las monjas tuvo lugar el Día de la Santa Cruz de 1738 y, como

expresa Silvia Figueroa, fue todo un acontecimiento que concitó a la expectación de la jerarquía

eclesiástica local, danzantes indígenas cubiertos con taparrabo y portando flechas (como una forma de

recordar la conversión de los naturales), un cohetero, un grupo de músicos entre quienes se encuentran

mulatos, y mujeres de alcurnia que avistaban el singular hecho desde sus balcones. Todos ellos,

personajes que se distribuyen en los ángulos y el ancho del cuadro.

Las monjas, incluidas las prioras de semblante macilento y mirada baja que aparecen custodiadas

por las autoridades eclesiales, son las únicas que se muestran ajenas a esta celebración. Con el rostro

cubierto, las profesas dan la espalda al espectador y se enfilan a la puerta del nuevo convento, donde a

un costado y rodeado de cirios se halla el cristo de pasta de caña de la congregación. En la cenefa que

corona el cuadro, se lee: Pues son vírgenes y siguen al cordero a donde quiera que fuera.

Sin una atribución fidedigna, es posible que la pintura —donada a las monjas dominicas meses

después de su traslado, el 1 de noviembre, por don Miguel Romero López de Arbizu, chantre prior y vicario general de la Catedral— haya sido realizada por Carlos y Manuel Sáenz, ya que sus firmas

aparecen en la cara posterior del cuadro.

En la parte inferior de El traslado de las monjas dominicas a su nuevo convento aparece un

medallón en que se enlistan, en orden de rango, los miembros de la Iglesia testigos del acontecimiento, y

llama la atención la asistencia de don Fermín de Garragori, en representación del obispado de Valladolid

y en sustitución por la muerte del “excelentísimo don Juan José de Escalona”.

Donan retrato del arzobispo Juan Joseph de Escalona y Calatayud

El restaurador Francisco Javier Salazar Herrera dio a conocer que recientemente se hicieron

trabajos de conservación de un retrato de don Juan Joseph de Escalona y Calatayud, quien fue arzobispo

de la provincia de Valladolid y promovió la construcción del convento que recibiría a las monjas

dominicas. Murió el 23 de mayo de 1737, casi un año antes de la célebre mudanza de las religiosas.

El retrato, donado por un particular, fue realizado por Juan de Dios Betancourt Mercado siete

años después de la muerte del obispo, a propósito de un hecho extraordinario: en mayo de 1744 se

constató que las entrañas del clérigo, contenidas en una caja descubierta en el piso de la Catedral,

estaban incorruptas. Esta pintura se sumará en breve al acervo del Museo Regional de Michoacán del

INAH.

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