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Charlas 2015-05-14 18:13

Mesa de dialogo en torno a Mathias Goeritz en el Palacio de Bellas Artes

Mesa de diálogo en torno a Mathias Goeritz en el Palacio de Bellas Artes



El 18 de mayo en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas artes



Participarán Lily Kassner, Felipe Leal y Dolores Martínez



Por los 100 años de su natalicio y 25 de su muerte, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) llevará a cabo el 18 de mayo una mesa de diálogo en torno al arquitecto, escultor, pintor, poeta y doctor en filosofía e historia del arte Mathias Goeritz, creador de las Torres de Satélite y del Museo Experimental el Eco, entre otras obras importantes.



Ese día, en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, a las 19: 00 horas, Lily Kassner, Felipe Leal y Dolores Martínez hablarán sobre el legado del artista que, en su Manifiesto de la arquitectura emocional (1954), aseveró que “la escultura es una oración plástica”.



Mathias Goertiz pensaba que “el arte, en general, y naturalmente también la arquitectura, es un reflejo del estado espiritual del hombre en su tiempo. Pero existe la impresión de que el arquitecto moderno, individualizado e intelectual, está exagerando a veces, quizá por haber perdido el contacto estrecho con la comunidad­ al querer destacar demasiado la parte racional de la arquitectura. El resultado es que el hombre del siglo XX se siente aplastado por tanto `funcionalismo`, por tanta lógica y utilidad dentro de la arquitectura moderna”.



Para contrarrestar lo anterior, Goeritz proponía que “sólo recibiendo de la arquitectura emociones verdaderas, el hombre puede volver a considerarla como arte”.



El artista llegó a México a los 34 años de edad, gracias a una invitación hecha por el arquitecto Ignacio Díaz Morales. Aquí falleció el 4 de agosto de 1990.



Luego de haber trabajado cuatro años en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara, Goertiz se trasladó a la ciudad de México para laborar en el Taller de Educación Visual de la Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM.



Desde el principio, sus obras artísticas llamaron la atención en nuestro país. Con la construcción del Museo Experimental El Eco hace 61 años, sus obras ya no pudieron pasar inadvertidas y fueron siempre objeto de controversias. No fue bien recibido en México por algunos grupos de artistas, según señala la biógrafa Laura Ibarra.



La autora del libro Mathias Goeritz. Ecos y laberintos, agrega que Goeritz no sólo vino a introducir un aire innovador en la pintura y la escultura, su aportación a la arquitectura también es significativa, aunque aquí la recepción de sus obras fue considerablemente diferente.



Sus ideas despertaron el interés de los arquitectos más importantes de ese entonces, quienes lo invitaron a colaborar, entre ellos Luis Barragán, Ricardo de Robina, J. Ortiz Monasterio, Mario Pani, Ricardo Legorreta, David Serur, Abraham Zabludovsky, Pedro Ramírez Vázquez, Teodoro González de León, Jorge González Reyna, Vladimir Kaspé, Félix Candela, Juan Sordo Madaleno, Nicolás Mariscal y otros más.



En resumen –aclara Ibarra-- se puede afirmar que Mathias Goeritz llegó a México en una fase de rupturas, tanto en la pintura como en la arquitectura, que significó la coyuntura ideal para la realización de sus numerosos proyectos e ideas.



En muchas ocasiones –de acuerdo con la biógrafa—, Goeritz afirmó que “sin México y sin la mentalidad de los mexicanos apenas hubiera podido hacer algo”.



Ibarra recuerda que “en Europa, en los años cincuenta, la necesidad de reconstruir de manera rápida lo devastado en la guerra, hizo prácticamente imposible el surgimiento de un campo arquitectónico de experimentación y más tarde las excesivas reglamentaciones urbanas hacían difícil el desarrollo de proyectos novedosos. Aquí, el rápido crecimiento de las ciudades vinculado a la necesidad de conformar el espacio de una manera humana permitieron que surgiera un interés por nuevas formas de expresión plástica”.



En ese momento —subraya Laura Ibarra— Mathias Goeritz se insertó en el panorama mexicano y añade que aunque su actividad despertó la crítica, sobre todo de los muralistas mexicanos, su trabajo tuvo un recibimiento favorable. Ya en 1967 el libro de Clive Bamford Smith, Builders in the sun. Five Mexican Architects, documenta la integración de Mathias Goeritz en la vanguardia de arquitectos en México. Junto a Juan O’Gorman, Luis Barragán, Félix Candela y Mario Pani se le dedica un capítulo detallado, rico en imágenes.



Una de sus obras más importantes es, a decir de muchos especialistas, el Museo Experimental el Eco, que albergaba La serpiente, una escultura del propio Goeritz que actualmente se encuentra en el Museo de Arte Moderno del INBA.



El Eco es una de las obras más significativas del artista y obra crucial en la historia del arte moderno mexicano, sostienen los expertos. El edificio fue inaugurado en 1953 y se le considera una de las piedras angulares del arte moderno en México.



También vale la pena mencionar sus esculturas El animal (1949), El ángel (1952), Los amantes, El bailarín y El animal herido, entre otras; La mano divina y La mano codiciosa, relieves ubicados en el templo de San Lorenzo de la ciudad de México; los vitrales para las catedrales de México y Cuernavaca y del Convento de las Capuchinas en Tlalpan.



A Goeritz también se le recuerda porque coordinó el conjunto escultórico Ruta de la Amistad, entre 1967 y 1968, y creó la escultura Osa Mayor (ubicada en la explanada del Palacio de los Deportes), la Torre Automex de Toluca, la Pirámide de Mixcoac, los murales en acero de la Torre Arco en Los Ángeles, California y la Corona del Pedregal en el Espacio Escultórico de la Ciudad Universitaria de la UNAM.



“Una de nuestras formas de crear es inventar el pasado”, le gustaba repetir a Mathias Goeritz a quien se atreviera a preguntarle sobre su imaginación.



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