Desde adolescente se sintió muy conectado con la naturaleza y con el arte. En 1977 ingresa a la Academia de San Carlos y surge una enorme afinidad hacia Luis Nishizawa. “Durante años -afirma Castelao- su presencia fue para mí fundamental en todo sentido”.
Hacia 1984, buscando seguir un camino espiritual encontró la meditación zen. Eso lo llevó al año siguiente a mudarse al Templo Budista Zen de Toronto, Canadá (dirigido por el maestro zen coreano Samu Sunim). Lo que le significó un enorme cambio y a la vez, una consecuencia natural de sus inclinaciones.
Regresa a México en 1994, movido por la necesidad de seguir con la pintura; encontrando en el paisaje del desierto una enorme motivación para pintar.