Mucho ruido y pocas nueces es un clásico que en el título propone ya un primer juego con el público. El trabajo literario de Shakespeare es provocador y, a través de las palabras puestas en boca de sus personajes, es capaz de recorrer la geografía del alma humana, así como de recordarle a las y los espectadores que el ser humano es preso de sus palabras y del uso del lenguaje.
La puesta en escena es muy dinámica y aunque al principio nos hace reír y supondríamos que toda la obra sería una comedia riéndose con las personalidades de cada personaje también vemos el drama el cual, al igual que un sandwich, lo tenemos en medio y que también se disfruta y que los actores saben pasar muy bien de uno a otro género.