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Recrea en la novela Palabras envenenadas la atmósfera de silencios e incertidumbres que rodea a una desaparición

 Recrea en la novela Palabras envenenadas la atmósfera de silencios e incertidumbres que rodea a una desaparición



La autora es Premio Nacional de Televisión por la serie Isabel



Recrea en la novela Palabras envenenadas la atmósfera de silencios e incertidumbres que rodea a una desaparición



La editorial Edebé y el Programa Nacional Salas de Lectura de la Secretaría de Cultura publican la inquietante historia escrita por Maite Carranza



Se necesita de una comunidad para que alguien desaparezca. En apariencia todos los involucrados en la historia parecen personas comunes y corrientes, porque así son todos los culpables y todos los sospechosos, gente común y familiar.



Muerta: Bárbara Molina: 15 años; Desaparecida:Bárbara Molina: 19 años. Sospechosos y culpables: Iñaki Zuloaga: Tío favorito de Bárbara Molina. Casado con Elisabeth. De pensamiento liberal.



Elisabeth de Zuloaga: Esposa de Iñaki y hermana de Nuria Solís. Tía cómplice de Bárbara Molina.



José Molina: Esposo de Nuria Solís, padre de Bárbara Molina. Representante de una marca de joyas.



Nuria Solís: Madre de Bárbara Molina. Enfermera.



Eva: La mejor amiga de Bárbara Molina. Rivales en la conquista de Martín Borrás.



José López, 39 años. Profesor, confidente y amigo de Bárbara Molina

Martín Borrás, 26 años. Universitario de buena familia. Vive en la casa de Rosas de sus padres. Despilfarrador, se concede todos los caprichos. Novio de Bárbara y el último en verla antes de desaparecer.



Salvador Lozano: Subinspector de policía, a cargo del caso Bárbara Molina. Toni Sureda: Próximo subinspector de policía, suplirá a Salvador Lozano.



Una joven de 15 años sale de fiesta una noche, tras de sí ha dejado una nota en la que explica que se ha ido lejos y pide que no la busquen. Dos días después, de acuerdo a los testigo que la vieron, la policía la localiza en Bilbao, donde viven sus tíos, pero una madrugada, mientras la buscan, Nuria Solís recibe una llamada de auxilio de Bárbara, desde una cabina telefónica en Lérida. En esa cabina encuentran señales de violencia, la sangre de la joven y su bolsa. Luego sólo quedaron interrogantes…



¿Por qué los tíos con quienes que pasaba todos los veranos, no le abrieron la puerta cuando fue a buscarlos? ¿Por qué Nuria Solís no le prohibió salir esa noche con el novio que no le gustaba nada? ¿Por qué no indagó sobre los moretones y cortes que descubrió una noche en el cuerpo de su hija?



¿Por qué José Molina le prohibió a su hija súbitamente y sin dar explicaciones volver a pasar los veranos en Bilbao? ¿Dónde no buscó Lozano, qué es lo que no alcanzó a ver?



Los secretos y los silencios son lava subterránea que destruye los cimientos antes que la superficie, a Bárbara le estaba ocurriendo algo que nadie quiso ver, porque asignar los desmoronamientos a la rebeldía juvenil, es el camino más pisado y cómodo.



Bárbara quería hablar con ese profesor, amigo de las alumnas más guapas, el que les pellizcaba “de broma” el trasero, el que las llevaba a museos y las encandilaba dándoles su preferencia. Quería ser feliz con Martín, pero no conseguía serlo, porque es violento e impulsivo; quiso hablar con Eva, pero ya estaban distanciadas porque Bárbara le quitó al novio. Podría hablar con su madre, pero ésta había preferido ser amiga de su hija, respetar sus silencios, su cerrarse, ser comprensiva frente al padre autoritario que solamente imponía castigos y aislamiento. Sí, tal vez la única salida era huir.



Veinticuatro horas antes de que se jubile, Salvador Lozano tiene frente a sí el expediente del caso, sin el cuerpo de la víctima. No se resigna a dejarlo sin resolver. Ahora, con sólo unas horas se da cuenta de que está mal empleado el comparar la desaparición de una persona con un desvanecerse. Desaparecer comprende dejar muchos rastros, y pensar que sólo cuentan las pruebas físicas, las escenas del crimen, puede ser el mayor de los obstáculos.



Palabras envenenadas, de Maite Carranza, coeditado por Edebé y el Programa Nacional de Salas de Lectura de la Secretaría de Cultura, es una novela que mantiene el ánimo suspenso y la reflexión palpitante. Un tejido de personajes y complicidades, de ocultación, temores y delitos que ocurren en las esferas que se presumen más amorosas. Sin duda es un libro que deberían leer niños, adolescentes, padres y maestros.



Maite Carranza, Barcelona, 1958, es licenciada en geografía e historia. Compagina la docencia con la literatura y la creación de guiones, sobre todo para televisión. Ganadora del Premio Crítica Serra d´Or por la novela ¡Toma castaña!, en 1987 ganó el Folchi i Torres por La rebelión de los lactantes. Recibió en 1999 el Premio Joaquim Ruyra, por La selva de los Arutams.



En 2011 ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil de España y en 2014 el Premio Cervantes Chico de Literatura Infantil y Juvenil, por su trayectoria. En 2014 ganó también el Premio Nacional de Televisión por la serie Isabel. En 2010 ganó el Premio Edebé de Literatura Juvenil, por su novela, Palabras envenenadas y el Premio Crítica Serra d´Or por la misma.



Maite Carranza, Palabras envenenadas, Edebé/ Programa Nacional Salas de Lectura, Conaculta; México, 2014, 253 pp.



ARR

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