Cuando Petra Celiu tenía miedo, su esposo Julián la tomaba de la mano para tranquilizarla. Pero ahora él ya no está. Desde hace dos semanas se perdió en el mar, junto con su hijo Matías. Sólo queda esperar el repique de un teléfono rojo. Una voz al otro lado de la línea que anuncie que es necesario ir a reconocer un cuerpo con la palabra “agua” tatuada en portugués en el brazo.