Siglos XVIII y XIX
Siguen la huella de creadores de órganos históricos
Identifican a las familias que durante casi dos centurias se dedicaron a la producción de estos instrumentos
· Los Martínez Vasconcelos elaboraron órganos para templos de los valles de Oaxaca y la dinastía Castro cubrió la demanda en la región de Tlaxcala-Puebla
La búsqueda de las familias que durante los siglos XVIII y XIX se dedicaron a la producción de órganos tubulares para abastecer la demanda de las iglesias que se establecían en el territorio nacional, ha sido una ardua tarea a la que se han dedicado diversos especialistas, cuya investigación arrojó como primeros resultados el hallazgo de las dinastías Castro, en la región de Tlaxcala-Puebla, y Martínez Vasconcelos, en los valles de Oaxaca.
Estas dos familias prácticamente monopolizaron la producción de órganos en esas regiones, como lo demuestran las evidencias aún existentes en templos de Oaxaca, Tlaxcala y Puebla, expresaron José Luis Acevedo, Gustavo Mauleón y Ricardo Rodys, quienes hicieron referencia al trabajo de estas dinastías en el marco del III Coloquio de Conservación de Órganos Tubulares que se realizó en días pasados, organizado por la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) y la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM).
Comentaron que, durante el proceso de evangelización de la Nueva España, la música ocupó un lugar preponderante, tanto así que los misioneros llegaron a las tierras americanas con órganos tubulares que sirvieron para acercar a los pueblos a la religión católica, así como para celebrar los oficios litúrgicos.
Con el paso del tiempo, los instrumentos españoles fueron insuficientes para cubrir las necesidades de los templos y catedrales que se construyeron a lo largo y ancho del país, por lo que familias enteras se dedicaron a su compostura y fabricación.
El musicólogo Gustavo Mauleón señaló que dentro de la familia Castro sobresalieron los organeros José Luciano, Seferino Agustín, Miguel Gregorio, Roberto y Ponciano Castro, quienes durante los siglos XVIII y XIX desarrollaron su actividad constructiva.
Los primeros datos que se tienen de la dinastía es que fundaron su primer taller en 1738 en la calle de Astomba 17, en la ciudad de Puebla, el cual logró mantenerse hasta finales del siglo XIX. Durante ese tiempo los Castro se encargaron de elaborar y restaurar órganos en la región de Puebla y Tlaxcala, y también en otros estados de la República, como Oaxaca, donde se tiene evidencia de instrumentos fabricados por ellos.
Aún se conserva una cantidad importante de instrumentos en relativo buen estado de conservación, como el el elaborado por Luciano Castro para la Capilla de la Tercera Orden en Cholula, Puebla; también se ha identificado un mayor número de órganos firmados por Seferino Castro, entre los que se encuentran el del convento de San Gabriel, también en Cholula, y el órgano de Santa Inés, en Zacatelco, Tlaxcala, el cual es objeto de su estudio.
Para su investigación, Gustavo Mauleón ha consultado documentos de los archivos de notarías de Tlaxcala y del Archivo General de Nación, que dan cuenta de que el órgano de Zacatelco se instaló entre febrero y agosto de 1837 y costó 2 mil pesos.
José Luis Acevedo, organero independiente, señaló que una característica de los instrumentos de Seferino Castro fueron los castillos redondos. Este tipo de órganos fueron usados mucho en el siglo XVII, pero después quedaron en desuso, hasta que el maestro Castro los retomó.
Otro aporte de Seferino Castro fue la construcción de un teclado con 53 teclas, como el del Santuario de Ocotlán (1845), cuando normalmente eran de 54 notas o más. “No sabemos por qué disminuyó las notas, si musicalmente siempre se requieren más; sin duda fue un maestro organero singular que tuvo una altísima producción”.
Ricardo Rodys, organista e investigador del Instituto de Órganos Históricos de Oaxaca (IOHIO), se refirió a los Martínez, familia de tres generaciones de organistas y organeros ligados a la Catedral de Oaxaca, así como a las comunidades de Santa María Tlacolula, San Juan Teitipac y San Dionisio Ocotepec.
Los ancestros de la dinastía aparecen en los registros de la Catedral de Oaxaca en el siglo XVII. Entre ellos había pintores, tejedores, candeleros, pero no músicos. La historia cambió en 1739, cuando el sastre Antonio Martínez se casó con Narcisa Antonia Vasconcelos y engendraron más de 10 hijos; cuatro de ellos aprendieron música y, con el paso del tiempo, se transformaron en reconocidos organistas del Valle de Oaxaca.
El hijo más grande, Mariano Santiago Martínez, fue violinista en el conjunto cardenalista de Oaxaca y su hermano, Juan Martínez Vasconcelos, se mudó a los valles de Oaxaca, donde se casó y tuvo cinco hijos, quienes nacieron en Tlacolula, San Dionisio Ocotepec y San Juan Teitipac. Por los lugares de nacimiento de sus hijos, se puede inferir que Juan Martínez fue organista de los pueblos de Santa María Tlacolula y tal vez Tlacochahuaya.
Uno de sus hijos, Juan Domingo, se casó con Mariana Flores y tuvieron 12 hijos, de los cuales seis fueron organistas u organeros. En 1826 reparó el órgano chico de la Catedral de Oaxaca y en 1840 construyó el órgano grande de Tamazulapan.
Esta generación de organeros concluyó con sor María Clara del Santísimo Sacramento, hija de José Nicolás Martínez. Al morir, en 1861, dejó como testamento un cuaderno con música para órgano que, al parecer, pudo ser escrita por su abuelo Juan Martínez y su tío José Domingo, señaló Rodys.
El especialista afirmó que en Oaxaca aún existen 74 órganos realizados por esta dinastía en el siglo XIX, los cuales se caracterizan por seguir el modelo español del siglo XVI: un teclado con sólo 45 teclas con la 8va corta y la decoración de las cajas y los tubos con elementos florales y fantasmagóricos.