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Libros 2015-12-17 17:19

Colección Clásicos para Hoy

Colección Clásicos para Hoy



Horacio Quiroga, un autor que siempre sorprende con su literatura fantástica y misteriosa



ï‚· Conaculta publica el volumen Horacio Quiroga. Cuentos

para leer sin compasión en la colección Clásicos para Hoy



Los espíritus que se entusiasman ante el horror, aquellos que desean

sentir cómo se curva la espina dorsal ante lo sobrenatural, vuelven y

volverán siempre a los cuentos de Horacio Quiroga. A ese público hay

que tenerlo en cuenta siempre, sin embargo, hay otras vertientes en la

obra del escritor uruguayo, que Conaculta no ha pasado

desapercibidas en la compilación Horacio Quiroga. Cuentos para leer

sin compasión en la colección Clásicos para Hoy.



Horacio Quiroga ha atravesado los tiempos consagrado como el

escritor de una especie de oscuridad temible aparejada o encerrada

tanto en lo cotidiano como en lo salvaje. Las geografías, ya sean

naturales o humanas, tienen suelos desequilibrados, desmesuras

fantásticas, pero reales y hacia ellas apunta una parte sustancial de su

obra. Es el caso de los muy conocidos cuentos: El almohadón de

plumas y La gallina degollada.



Dentro de esa línea narrativa, el cuento intitulado Los buques

suicidantes, trata la misteriosa omnipotencia de la naturaleza sobre la

psique humana. “Resulta que hay pocas cosas más terribles que

encontrar en el mar un buque abandonado”, comienza a decirnos el

narrador. Es el caso que ha aparecido uno, el María Margarita bajo la

circunstancia de que horas antes alguna corbeta había tenido

comunicación con la tripulación y en un lapso de horas, al

encontrárselo y abordarlo, no había un solo pasajero. El agua para

preparar la comida aún hervía, las camisetas de los marineros seguían

colgadas secándose al Sol, pero todos han desaparecido sin dejar una

literatura fantástica y misteriosa pista que indique lo que ha ocurrido. Uno de los marineros que están

reunidos escuchando el relato, alza la voz para decir que él mismo

atestiguó la desaparición, inclusive viajó en el buque y vio lo que en él

ocurría. ¿Será una presencia sobrenatural?, ¿es el sonido

acompasado del mar?, ¿será el eterno balanceo del agua?, ¿el

viento?...Quiroga encuentra que la exuberancia de la naturaleza hace

infinito el juego de posibilidades en lo mínimo, ahí donde no vemos se

oculta lo siniestro rigiéndonos.

Acaba de terminar el primer acto de Tristán e Isolda, el

complacido joven espectador aprovecha la pausa para dejar vagar la

mirada, entonces la descubre, sentada en un palco, al lado de un

marido anodino, la mujer más adorable que ha visto. Su mirada lo ha

cautivado de inmediato, se siente enamorado. Por un instante cree

que ella también lo ha descubierto y se siente feliz; momentos

después se da cuenta que no es a él a quien observa, sino a un

hombre sentado cerca suyo. Y lo intuye: se conocen bien. Hacia el

final del segundo acto, el hombre abandona la sala, la mujer

desaparece del palco. El narrador supone un feliz encuentro, pero lo

que después ese hombre le relatará será la comprobación de que

“todas las situaciones dramáticas pueden repetirse, aun las más

inverosímiles y se repiten. La escena que vuelve como una pesadilla,

los personajes que sufren la alucinación de una dicha muerta”. No es

la historia de un destino golpeando la alegría, sino la de una torcedura

y de condenas irrevocables lo que ocurre en La muerte de Isolda.

“Metempsicosis, telepatías, espiritismos y demás absurdos de la

vida interior no son nada en comparación de este mi propio absurdo

en que me veo envuelto”, afirma casi desesperado el ingeniero Durán.

La cuestión va así: una noche recibe una carta de un amigo lejano,

Luis Funes citándolo a cenar en su casa; el mismo día ha recibido una

llamada de un médico, Ayestarain, quien pide verlo con urgencia.

Resulta ser que en la cena coinciden los tres personajes y se conoce

lo que ocurre, María Elvira, hermana de Funes, ha contraído

meningitis. Delirios, ansiedad angustiosa imposible de calmar la

afectan, la proyección psicológica de su obsesión ha venido a caer en

el ingeniero Durán a quien nombra todo el tiempo. Vale aclarar que ambos se han visto como mucho un par de veces, y que ella no

reconoce ya a nadie de su familia.

La noche de esa cena, se suscita nuevamente el delirio, el

médico y el hermano le piden que entre a verla. Cuando lo descubre

en la habitación, la enferma le tiende su mano, lo mira y en sus ojos

desaparece la fiebre y surge la felicidad. Debido al terapéutico

resultado, Durán se ve comprometido a volver cada noche durante

más de un mes a tomar parte de esa alucinación que calma la

enfermedad y a la enferma, “pero los sueños de amor, aunque sean

de dos horas y a cuarenta grados se pagan en el día”. Opio y

calmante de un amor cerebral, Durán se volverá la sombra en La

meningitis y su sombra.

En el cuento, Miss Dorothy Phillips, mi esposa, Guillermo Grant, el

protagonista y narrador ha esperado 31 años, ¿esperado qué? una

mirada capaz de robarle el aliento. Vive con esa sigilosa obsesión

nutrida por las estrellas del cinematógrafo. Esa industria que interpreta

sentimientos, sensaciones, que crea sueños que se vuelven más

reales que cualquier otra realidad. Así que su ideal sólo puede

realizarlo una actriz estadounidense, Dorothy Phillips. Pero Grant es

un bonaerense sin más fortuna que el poderío de su imaginación. Para

conquistarla idea imprimir un libro con fotografías de varias actrices del

momento y con ese volumen se presenta en la meca del cine ante

empresarios, accionistas, directores. Acercarse a un personaje

solamente es posible convirtiéndose en un uno, porque hay otras

extrañezas, otro arrebatos mentales, como lo es el prodigio de la

imaginación poética.

Hay cuentos que son más que literatura, que se encajan en el

corazón y que al encogerlo lo engrandecen, hay cuentos que nos

traspasan y nos hacen saber que faltaban en el alma. Hay cuentos

que nos hacen más humanos.

Juan Darién es un tigre cachorro, Juan Darién es un niño que

ama a todos los animales, incluso a los más dañinos; un niño que ama

estudiar y ama a sus compañeros. Pero el mundo no lo quiere, porque

el mundo no hace espacio a las rayas que paradójicamente, todos tenemos debajo de la piel. Esas rayas son el profundo conflicto de la

humanidad.

Las aspas del genio literario de Quiroga lograron una mixtura de

todas las proteínas que alimentan la vida, sobre todo las que subyacen

y que no están a la vista de cualquiera.

Horacio Quiroga (Salto, Buenos Aires, Argentina 1878-Buenos

Aires, Íbid, 1937), fue diplomático, docente y escritor. Colaboró en

revistas y periódicos como Caras y Caretas, El Hogar, El Nacional y La

Prensa. Fue crítico de poesía y teatro y uno de los primeros reseñistas

de cine. Sus relatos fueron reunidos en varias recopilaciones, entre

ellas destacan: Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917),

Cuentos de la selva (1918), Anaconda (1921) y Los desterrados

(1926).

Horacio Quiroga. Cuentos para leer sin compasión; colección Clásicos

para Hoy; Conaculta, México 2015, 378 pp.

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