En el marco del 85 aniversario de su natalicio
Durante más de 50 años recorrió los escenarios. Dirigió más
de un centenar de obras y como dramaturgo dejó 26 piezas
El maestro poblano fue un creador de nuevas formas
dramáticas: Víctor Hugo Rascón Banda
Héctor Azar (Atlixco, Puebla, 17 de octubre de 1930 – Ciudad de
México, 11 de mayo de 2000) se definía a sí mismo, parafraseando a
Aristóteles, como un animal teatral, un Zoon Theatrykón y es que en
realidad lo fue, pues al teatro se dedicó como dramaturgo, director de
escena, formador de actores y promotor.
Su nombre es una presencia indiscutible en el teatro y la cultura
nacional, pues durante más de 50 años recorrió los escenarios
teatrales y culturales en los que dejó su huella. Como director llevó a
escena más de un centenar de obras y como dramaturgo dejó 26
piezas.
Como promotor teatral se le debe la creación de instituciones
como Teatro en Coapa, el Centro Universitario de Teatro, la Compañía
de Teatro Universitario, la Compañía Nacional de Teatro, el Foro
Isabelino y el Centro de Arte Dramático (CADAC).
Realizó estudios de Derecho y la maestría en Letras en la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), tras lo cual
dedicó su vida al teatro, al cual concebía “como la ocasión magnífica
de comunicarme con mis semejantes. Por medio del teatro me interno
en las cosas de la vida y pretendo, también con los recursos que el
teatro me concede, interesarme en ellas e interesar a los demás. La
existencia me resulta más digna de ser vivida”.
Por ello, el crítico teatral Fernando de Ita, en el prólogo del libro
Héctor Azar. El inventor de magias, asegura que “fue sobre todo un
zoon theatrikón, un animal teatral que rumiaba teatro, soñaba teatro,
vivía para el teatro, al que veía como la suma de las artes y como el
medio más eficaz para honrar la tradición, cultivarla y transformarla”.
Como señala Luisa Bonilla en un artículo dedicado al maestro,
publicado en la revista Letras Libres en el año 2000, “la pasión
verdadera de Héctor Azar fue el teatro. Su legado es inmenso: como
autor quedarán Apaassionata, Inmaculada y Olímpica; como maestro,
su labor en la creación del teatro universitario y, como herencia,
CADAC, esa noble institución destinada a la iniciación y difusión del
duro arte de la dramaturgia”.
En 1958, Héctor Azar fue becario del Centro Mexicano de
Escritores, donde coincidió con Carlos Fuentes, Luis Rius, Elena
Poniatowska y Juan García Ponce, y escribió su primera obra teatral,
La appassionata, que se basa en la historia de una familia entera
asesinada por la propia madre.
Su dramaturgia incluye títulos como Olímpica (1962); Inmaculada
(1972); Higiene de los placeres y de los dolores (experiencia de
muertos que se han ido), de 1968; La cantata de los emigrantes (1972)
y Diálogos de la clase medium (1979), además de El premio de
excelencia, La copa de plata, La paz (paráfrasis de Aristófanes), La
seda mágica y Las vacas flacas.
De acuerdo con otro hombre de teatro, Víctor Hugo Rascón
Banda, con estas obras el maestro Azar “enriqueció nuestro teatro, lo
volvió moderno, lo alejó del costumbrismo de los años 70 y lo
transformó; nos ha enseñado a respetar el escenario y a respetarnos a
nosotros mismos, a no ser complacientes”.
La dramaturgia del poblano, agregaba, es única pues “en ella
encontramos lo popular elevado a niveles artísticos y filosóficos. El
humor, el sarcasmo y la poesía permean toda su obra, poblada de
personajes insólitos en su grandeza y en su miseria. Explorador de la
farsa, del autosacramental y de la tragedia, indagador de géneros y
estilos, experimentador por excelencia y creador de nuevas formas
dramáticas”.
En el escenario del mundo que le tocó vivir, señalaba Guillermo
Vega Zaragoza en el artículo Héctor Azar. Hombre eterno del instante
escénico publicado en la Revista de la Universidad de México, “en
este México que conoció, retrató y reflejó en sus obras y montajes,
Héctor Azar se distinguió además por su vocación de maestro, guía y
orientador de los jóvenes que amaban el teatro”.
Y es que en 1975 creó el Centro de Arte Dramático A.C., el
CADAC, que a 40 años de distancia se ha mantenido como un espacio
de plena libertad creativa y servicio cultural para la sociedad,
ofreciendo talleres y cursos a niños, adolescentes, trabajadores,
estudiantes, amas de casa, por donde han pasado más de 15 mil
alumnos.
Carlos Azar Manzur, hijo del maestro poblano, ha comentado
que “desde su base, el CADAC ha atendido la formación de niños y
adolescentes a partir del arte, no para que se conviertan en actores
inmediatos y fugaces, sino para que por medio del teatro alcancen un
mejor desarrollo”.
Este centro, agrega, nació como un espacio para la
experimentación teatral, “porque su fundador estaba convencido de
que un país, cuyas experiencias teatrales se limitan a lo que sucede
arriba del escenario, sin poner énfasis en la educación y en la
búsqueda de nuevas formas, está limitado”.
La pasión de Héctor Azar por el teatro, lo llevó a desempeñarse
como jefe del Departamento de Teatro de la UNAM y jefe del
Departamento de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA),
además de haber sido director de la Casa del Lago y secretario de
Cultura de Puebla, donde fundó la Compañía Estatal de Teatro y la
Orquesta Sinfónica de la entidad.
Su producción escrita incluye otros géneros además de la
dramaturgia y como teórico de los asuntos ligados al teatro escribió
Zoon theatrykón (1977), donde concibe el teatro como parte de la
teoría de conjuntos, y Funciones teatrales (1982), así como los
ensayos La universidad y el teatro (1970), Teatro y educación (1971)
y Cómo acercarse al teatro (1988).
En sus comienzos como escritor hizo libros de poesía como
Ventanas de Francia (1951), Estancias (1951) y Días santos (1954),
mientras que en novela publicó Las tres primeras personas en 1977 y
también realizó adaptaciones teatrales de otros géneros literarios y
traducciones de Charles Baudelaire y Paul Claudel.
Por su labor, Héctor Azar recibió distintos reconocimientos como
el Premio Xavier Villaurrutia al teatro estudiantil en cuatro ocasiones,
el Primer Premio del Festival Mundial de Teatro Universitario en
Nancy, Francia, Las Palmas Académicas que otorga el gobierno
francés, el Premio Universidad Nacional en 1987, la medalla
Nezahualcóyotl de la Sociedad de Escritores de México, la Orden del
Cedro de la República de Líbano y la Medalla Sánchez Duarte de la
República Dominicana, además del doctorado Honoris Causa de la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Adicionalmente, fue miembro de la Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, de la Academia Nacional de Arquitectura, del
Seminario de Cultura Mexicana y de la Academia Mexicana de la
Lengua.
Héctor Azar falleció el 11 de mayo del 2000 y apenas en 2012,
fue editado el libro Héctor Azar. El inventor de magias, que incluye
textos de catorce autores, más de 30 fotografías y un inédito del propio
Azar.
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