Ciclo Conversando con Nuestros Cineastas
El actor José Carlos Ruiz revela cómo prepara a sus personajes
en la Cineteca Nacional
ï‚· Cada papel va dejando un surco en el alma, comentó quien
seguirá compartiendo sus experiencias hasta el 15 de
octubre
Decía ‘Cagancho’, un gran torero de aquellos ayeres, que el torero
debe ser torero 24 horas al día. Yo desconfío profundamente de los
actores de 24 horas al día. Estudio, preparo mi papel, lo interpreto y
cuando termino, a la hora de quitarme el maquillaje y el vestuario...
con permiso, amigo, ahí nos vemos mañana pero ahorita yo soy yo y
ya no soy tú, expresó José Carlos Ruiz durante la charla Conversando
con José Carlos Ruiz que se llevó a cabo el jueves 24 de septiembre
en la Sala 4, Arcady Boytler de la Cineteca Nacional.
Organizada por el Departamento de Extensión Académica en el
marco del ciclo de charlas Conversando con Nuestros Cineastas, la
tercera sesión giró en torno a cómo el actor zacatecano aborda el
oficio histriónico y de qué manera lo afectan sus papeles más difíciles,
a los cuales deja en el escenario y nunca se lleva a casa.
“Me despojo de toda la parafernalia de un personaje: del pelo, la
barba, la emoción, el sentimiento, el dolor, de todo. Lo dejo con mi
ropa y me voy a mi casa”. El actor considera que, a menos que esté
preparando un papel antes de rodar el filme, no tiene porqué
involucrarlo en su vida cotidiana. “¿Por qué voy a cargar yo, por
ejemplo, con El Carajo a mi casa? ¿Por qué voy a llegar yo con el
albañil a darle de cucharazos a mis hijas?”, bromeó. Sin embargo, el intérprete toma en serio el estudio de sus
personajes. Explicó que, para el papel de la película que se exhibió en
la sesión pasada de este ciclo, Los albañiles (Jorge Fons, 1976),
asistió en varias ocasiones a una construcción en donde le pidió a los
trabajadores que le enseñaran a manejar sus instrumentos.
En el caso de La guerra santa (Carlos Enrique Taboada, 1977),
cinta que se proyectó al inicio de la charla, habló de los retos de
interpretar al noble alfarero Celso Domínguez. “Me doy mis mañas
para no caer en frío en una tarea escénica que ni siquiera he
practicado. En este caso, me fui un par de mañanas temprano con un
alfarero de verdad; le dije que me dispusiera más o menos la pieza
para yo hacer como que la estoy terminando”.
Otro aspecto complicado en la interpretación de Celso fue la
transformación anímica del alfarero. Al principio de la historia es un
hombre noble, inocente y pacífico al que la Guerra Cristera obliga a
abandonar su hogar para pelear con la guerrilla. La violencia, la
soledad y el contacto constante con la muerte lo convierten en un
personaje torturado y agresivo que, a pesar de todo, no pierde nunca
su esencia bondadosa.
La tarea de Ruiz era reflejar en el artesano, así como la del
director era hacerlo en el público, los “terribles años de asesinatos, de
masacres, terribles en el nombre de Dios, en el nombre del gobierno,
en el nombre de lo que fuera” de la Guerra Cristera en México.
La experiencia de actuar la tragedia de Celso Domínguez marcó
al histrión para siempre, así como lo hicieron sus otros papeles de
igual complejidad emocional. “Cada personaje va dejando un surco en
la cara, en el alma, en el sentimiento, en las tripas. No estoy hablando
de mi calidad, estoy hablando de una entrega que el actor tiene que
hacer”, concluyó el artista.
Conversando con Nuestros Cineastas continuará con su ciclo
dedicado a José Carlos Ruiz hasta el 15 de octubre. El 1 de octubre se
proyectará Vidas errantes (Juan Antonio de la Riva, 1984); el 8 de octubre, Goitia, un dios para sí mismo (Diego López, 1989), y el 15 de
octubre, Dos crímenes (Roberto Sneider, 1995).
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