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Museos 2015-09-09 16:47

El Salon de la Plastica Mexicana albergara la primera retrospectiva de la artista holandesa Nancy Van Overveldt

El Salón de la Plástica Mexicana albergará la primera retrospectiva de la artista holandesa Nancy Van Overveldt





Ø Este primer homenaje nos ayudará a difundir su legado: Tiahoga Ruge



Ø La exposición se realiza con el apoyo de la Embajada de los Países Bajos en México



Ø Será inaugurada el miércoles 9 de septiembre a las 19:00 horas y permanecerá abierta hasta el 4 de octubre; entrada libre





Nancy Van Overveldt llegó a México en 1952. En ese mismo año entró en contacto con los grandes maestros mexicanos y fue asistente en el taller de Mathias Goeritz. Fue una artista muy prolífica. Sin embargo, nunca fue reconocida como debió serlo. Ahora, después de su muerte, nos toca el gran reto de darla a conocer.



Lo anterior fue expresado en entrevista por Tiahoga Ruge, hija mayor de la pintora holandesa, al hablar sobre el Homenaje a Nancy Van Overveldt 1930-2015. 65 años de obra artística, retrospectiva que el Salón de la Plástica Mexicana ha organizado con el apoyo de la Embajada de los Países Bajos en México, y la cual será inaugurada el miércoles 9 de septiembre a las 19:00 horas.





La exposición recorre diversas etapas creativas de la artista, desde los inicios en su infancia con la obra Las mil y una noches, que realizó a los 13 años y con la que ganó un concurso nacional en su país natal. Ella decidió de pequeña que sería pintora y se dedicó a eso toda su vida, la cual compartía con recorridos en bicicleta por los bosques de los Países Bajos y largas temporadas de estancia en México.



Nancy Van Overveldt nació en 1930 en La Haya, donde estudió pintura en la Real Academia de Arte. De los años de la Segunda Guerra Mundial sobresale El mar, óleo que pintó a los 15 años de edad, durante los bombardeos. Es una obra que expresa lo que sentía como adolescente durante la guerra, por eso es un mar furioso.



En 1950 inició sus estudios de pintura en París, Francia, donde elaboró sus primeros trabajos experimentales, que se centran en el color y la forma, mismos que a la postre definirían su sello particular.



En 1952 llegó a nuestro país, donde “cambió radicalmente su estilo”, influida por el paisaje del México rural y sus personajes, así como por la obra de Rufino Tamayo, Diego Rivera y José Clemente Orozco. De esta etapa destaca un estilo expresionista, cuando dejó de lado el realismo. Aquel primer cambio, a decir de Ruge, quedó impregnado en Los Coyotes, la primera pieza que pintó en México, totalmente inspirada por Orozco y por la presencia de estos animales en sus viajes a Tepoztlán.



“En 1954 expuso en la Galería de Antonio Souza. Con esta muestra, Mathias Goeritz quedó fascinado, por lo que la invitó a trabajar en su taller. Gracias a este contacto conoció a todos los grandes artistas de los años cincuenta, en las reuniones que hacían los pintores e intelectuales de la época”.





Durante los años sesenta y setenta, Van Overveldt se dedicó a viajar en camión por todo México, de donde extrajo sus principales motivos, además de su cambio de paleta a uno más colorido, con el que “buscó retratar ese México profundo, ese mundo indígena, tradicional, de las fiestas y el pueblo”.



Llevada por el deseo de dar forma a lo milagroso



Después de 24 años ininterrumpidos de vivir en México, regresó a los Países Bajos en 1976. Ahí comenzó una etapa completamente nueva en su obra, en la que trabajó hasta su última pieza, Los músicos, en 2008. Hay un cuadro representativo del inicio de ese periodo: Reflejos, que estará en la exposición.



De acuerdo con Ruge, este nuevo estilo, caracterizado por las perspectivas y la geometría de la naturaleza, también estuvo basado en su investigación alrededor de la luz. En los Países Bajos, “los cielos son muy amplios y muy cambiantes en cuanto a la luz, además de que hay mucha agua. Ella comenzó a trabajar los motivos de la naturaleza del cielo y del agua, lo cual le hizo entender el patrón de la luz. Es decir, empezó a buscar la luz desde el centro, como una perspectiva.



“Esto es muy interesante, porque uno puede mirar el mismo fenómeno en la obra de Rembrandt, quien también tenía un centro de luz. Mi mamá decía que este centro de luz lo tienen los grandes pintores de los Países Bajos, influidos por los paisajes, ya que el mar se refleja en el cielo y hay una luz muy especial, entre el agua y el cielo, que se refleja en la naturaleza, en los campos.



“Ella tomó este centro de luz y, a partir de ahí, comenzó a desarrollar toda una técnica casi geométrica. Ella decía que eran los fractales de la naturaleza, y que, llevada por el deseo de dar forma a lo milagroso, se entregó a la pintura, porque era una persona que dedicaba varias horas a mirar los paisajes, el agua. Para ella la naturaleza era algo milagroso y lo impregnaba en su pintura como si la hubiera visto desde un microscopio. Trataba de descubrir de dónde venían todas esas formas, por ello sus principales motivos oscilan entre el agua, el cielo, sus respectivos animales y los elementos.



“Ella fue muy prolífica, pero nunca difundió su obra. Ahora que falleció, el gran reto es divulgarla, porque tiene algunas piezas únicas. No soy quizá la persona indicada para decirlo, pero creo que fue una gran artista, no tan reconocida como debió haber sido, porque a ella no le gustaba la publicidad, sino que era bastante discreta. Tuvo una vida muy sencilla. Fue una creadora realmente dedicada a pintar y nos dejó una gran tarea de promover y dar a conocer su obra.



“Este primer homenaje es muy importante, porque ayudará a dar a conocer su obra y a mantener su legado vivo. Además está integrada por obras que fueron realizadas en México y piezas muy representativas de cada época”.



La exposición permanecerá abierta hasta el 4 de octubre en el Salón de la Plástica Mexicana, ubicado en Colima 196, colonia Roma. Horarios de visita: de lunes a sábado de las 10:00 a las 18:00 horas y los domingos de las 10:00 a las 14:00. La entrada es gratuita.

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