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Museos 2015-08-19 17:04

POR PRIMERA VEZ EN EXHIBICION, VASIJAS FUNERARIAS DE CERRO DE TRINCHERAS

Vinculación con las comunidades

POR PRIMERA VEZ EN EXHIBICIÓN, VASIJAS FUNERARIAS DE CERRO

DE TRINCHERAS

*** Las piezas prehispánicas comparten espacio con creaciones de factura reciente, elaboradas

por estudiantes de secundaria, en un ejercicio de divulgación científica

*** La muestra detalla la importancia del barro para la cultura que se asentó en el Cerro de

Trincheras hace más de 700 años y la reinterpretación que le dan los jóvenes de hoy

Una pequeña colección de vasijas funerarias pertenecientes a la cultura Trincheras, desarrollada

en el norte de México hace más de 700 años, se expone por primera vez al público en la

exposición Nuestro barro: testigo y cómplice de la historia. Entre 2008 y 2011, arqueólogos del

Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) descubrieron las urnas en la Zona

Arqueológica Cerro de Trincheras, al noroeste de Sonora, dentro de un cementerio que tenía 140

contenedores de barro con cenizas de los muertos.

La muestra deriva de varias décadas de trabajo en el sitio del periodo Prehispánico Tardío

(1300-1450 d.C.), localizado sobre un monte cuyas laderas fueron adaptadas con terrazas para

desplantar viviendas. En el lugar aún se aprecian más de 900 muros de piedra, que a lo lejos

lucen como una secuencia de murallas. Los conquistadores españoles relacionaron el lugar con

actividades militares, por eso lo llamaron Cerro de Trincheras; sin embargo, los paredones

funcionaron como sostén de las terrazas.

En el sitio se desarrolló una compleja sociedad sedentaria. Así lo corroboran las

investigaciones arqueológicas que identifican una avanzada organización en la planeación

arquitectónica del asentamiento, con áreas para habitación, talleres y ceremoniales, además de

varios cementerios y un espacio donde estuvieron las piras para cremaciones. Las prácticas

funerarias descubiertas indican un sistema simbólico cuyo estudio ha dado a conocer la compleja

organización de los pueblos del Norte catalogados por mucho tiempo como bárbaros, señaló la

arqueóloga Elisa Villalpando Canchola.

Conforme avanzaban las investigaciones arqueológicas, se eligieron seis vasijas funerarias

para restaurarlas, proceso que inició en 2012. Parte de los primeros resultados figuran en esta exposición, cuyo discurso plasma la importancia de la cerámica y el barro en esta cultura,

destacando su uso funerario; asimismo, presenta la reinterpretación que dan a este material los

jóvenes de la comunidad donde se encuentra el sitio prehispánico.

Elisa Villalpando, quien estudia la zona desde 1991 y es curadora de la muestra, señaló

que el barro en la Tradición Trincheras, como en todas las culturas prehispánicas, tuvo un papel

relevante no sólo para elaborar contenedores de alimentos, sino para conservar semillas y de

manera especial para transportar agua desde las partes bajas de la llanura desértica hasta las

unidades habitacionales, ubicadas en la parte alta del cerro.

Esta cultura también usó este elemento para honrar a sus muertos: los miembros de la

comunidad que fallecían eran cremados en piras funerarias, luego se recolectaban las cenizas y

se depositaban en urnas para trasladarlas a un cementerio, donde se acomodaban unas encima

de otras, en un acto de sacralización del espacio.

Actualmente se analizan varios elementos para determinar si los recipientes tuvieron un

uso exclusivamente funerario o, bien, sirvieron como contenedores de otros elementos antes de

ser depositadas las cenizas, explicó Elisa Villalpando.

La cerámica, destacó, es un marcador de identidad y contenedor ideológico, y de

intercambio comercial, ya que algunas de las vasijas provienen de otras tradiciones del noroeste

de México. Constancia de esa relación la constituye la presencia de ese tipo de material

proveniente de Casas Grandes, cultura desarrollada en Chihuahua.

Algunos depósitos funerarios de la Tradición Trincheras se modelaron con forma de

calabaza y otros tienen el cuello más grande que el cuerpo del recipiente. No poseen decoración,

son monocromos y de grandes dimensiones; en cambio las piezas de Casas Grandes muestran

elaborados diseños en colores rojo y naranja, con líneas negras.

Los grupos humanos del desierto de Sonora produjeron las primeras urnas cerámicas hace

2,300 años, durante el periodo Agricultura Temprana. Formaban objetos mediante la aplicación

sucesiva de rollos de arcilla, colocados uno sobre otro hasta alcanzar la altura deseada.

Posteriormente los adelgazaban y alisaban las paredes de las piezas, por lo que el enrollado no

es perceptible.

Para trabajar las arcillas había que agregarles arena extraída de arroyos, lo que ha

permitido a los investigadores conocer qué tan cerca o lejos de las aldeas se llevaba a cabo la

recolección de las materias primas.

Entre los objetos arqueológicos que el público tiene la oportunidad de disfrutar en la

exposición destacan cuatro vasijas de la Tradición Trincheras y una de la cultura Casas Grandes.

Estas piezas comparten espacio de exhibición con obras creadas durante un taller impartido a los

estudiantes de la Telesecundaria 191-J de Trincheras.

La zona arqueológica plantea una divulgación que rebasa a la contemplación: durante

semanas Rogelio León, tallerista y custodio del sitio, salió a campo con los muchachos a revisar

los bancos de arcilla que previamente había ubicado en diferentes localidades de la región.

Extrajeron la tierra y por varios días se dedicaron a molerla, tamizarla, humedecerla y dejarla

reposar antes de comenzar a manipularla.

Con el barro formaron piezas propias a la manera tradicional de manufactura de la

cerámica Trincheras; ahora se exhiben en las vitrinas al lado de las piezas arqueológicas. “Es una manera de acercar a estos jóvenes a su patrimonio y de despertar su interés en la conservación y

protección de su pasado”, finalizó Elisa Villalpando.

La muestra se presenta en el Centro de Atención a Visitantes de la Zona Arqueológica

Cerro de Trincheras y concluirá el 1 de noviembre.

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