Con una mesa redonda fue puesto en marcha el Centro de
Documentación Príamo Lozada del Laboratorio Arte Alameda
 La charla abierta La disolución del futuro. Referencias en torno a los
orígenes de la experimentación artística y nuevas tecnologías se
llevó a cabo el miércoles 12 de agosto
 Participaron Tania Aedo, Mónica Mayer, Liliana Quintero Álvarez
Icaza e Irais Córdova
Con la mesa redonda La disolución del futuro. Referencias en torno a los
orígenes de la experimentación artística y nuevas tecnologías fue puesto en
marcha el Centro de Documentación Príamo Lozada del Laboratorio Arte
Alameda, el miércoles 12 de agosto.
Tania Aedo, directora del recinto, estuvo acompañada en esta primera charla
abierta por Mónica Mayer, artista visual, socióloga y pionera del performance en
México; Liliana Quintero Álvarez Icaza, investigadora, editora, curadora y
cofundadora del Taller de Investigación del Centro Multimedia, e Irais Córdova,
encargada de operación y registro de la Fundación Espac (Espacio de Arte
Contemporáneo), como moderadora.
¿Cuáles han sido los cambios dentro del acervo a partir de la inserción de nuevos
formatos? fue la primera pregunta que se lanzó a las ponentes.
Tania Aedo comentó que las tres expositoras vivieron momentos de
transformación en la producción de la cultura: “Comenzamos a utilizar
tecnología que cambiaba año con año o mes con mes y no te permitía categorizar
tan fácilmente el acervo. A todos nos agarró en curva la tecnología digital y la
electrónica. En un momento de efervescencia de nuevos medios, le cedimos a la tecnología digital todo, no solo la gestión de la cultura, sino nuestra identidad y
nuestros datos. Ya le dimos todo.
“Cambió los hábitos de consumo y la manera de producir. Por eso es tan
importante este Centro de Documentación. Respecto al conocimiento, no
solamente es un espacio en el que se consulta lo que ya pasó. La idea es que se
convierta en ese repositorio donde el artista pueda venir y saber qué es
bioelectrónica, qué es una célula, la biología sintética y los conceptos más
básicos que las investigaciones artístico-curatoriales necesitan”.
Por su parte, Mónica Mayer señaló que “la tecnología nos ha rebasado. El papel
es más o menos controlable, pero con la tecnología hay que desarrollar
estrategias para saber qué hacemos con los cambios”. Asimismo, mencionó que
aún cuenta con archivos en formatos que utilizaban las primeras computadoras.
“Hay que mantener lo que se pueda en papel y tratar de no ahogarse con los
cambios tecnológicos. Debemos desarrollar narrativas, como la historia oral, que
ha aguantado más que el texto y lo digital”.
Durante su intervención, Liliana Quintero señaló que debe hacerse un trabajo
interdisciplinario entre artistas, instituciones e historiadores del arte, ya que
cuando los creadores empezaron a trabajar con tecnología se abrieron campos de
conocimiento distintos.
“Hay que saber ver cuando una obra se está convirtiendo en un archivo en sí
mismo y cuando se necesita la mirada externa para ser recuperada y
transformarse en memoria viva”.
Las ponentes también abordaron el tema de la documentación, como en el caso
del performance y la dificultad para reproducirlo, a lo que Liliana Quintero
especificó que deben encontrarse nuevos modelos de reescribir la obra y nuevas
formas de escritura. “No tiene sentido solo volver a montarla, sino que también
hay que establecer el proceso de la obra”.
La dificultad de generar un acervo en una institución o uno propio también se
trató en la plática, al referir que hay artistas apasionados, como Ximena Cuevas o
Mariela Cantú, por guardar, aunque sea en forma “silvestre”, sus archivos. Las
participantes resaltaron, asimismo, la necesidad de contar con protección legal en
los centros de documentación.
Los cambios en el arte con el surgimiento de la fotocopiadora, el fax, las
computadoras y el internet generaron una especie de competencia, recordó
Mónica Mayer: “Siempre había alguien que decía ‘yo fui el primero en utilizar
tal cosa’. Todos podríamos considerarnos pioneros en algo”.