Los paisajes de José María Velasco, símbolo de la identidad nacional
· El próximo 6 de julio se cumplirán 179 años del natalicio del artista que hizo del paisaje mexicano el motivo de su pintura y símbolo de la identidad nacional
Reconocido como “Pintor prominente” y “Arquitecto del aire”, por los especialistas en arte, José María Velasco, uno de los grandes artistas que vio nacer el siglo XIX, supo plasmar en el lienzo la belleza del paisaje mexicano, otorgándole un lugar dentro de la plástica nacional y, a ésta, un sitio prominente en el arte universal.
El próximo sábado 6 de julio se cumplirán 179 años del natalicio del pintor, por lo que el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) lo recuerda como uno de los 10 artistas mexicanos cuya obra está catalogada como Monumento Artístico de la Nación y al que Diego Rivera, que fuera su alumno, lo consideraba “el creador de un mundo plástico nuevo, el pintor por excelencia”.
José María Velasco y Gómez-Obregón nació en Temascalcingo, Estado de México, el 6 de julio de 1840 y falleció en la Ciudad de México el 26 de agosto de 1912. Se le reconoce como el máximo exponente del paisajismo decimonónico. Ello es importante porque mientras sus contemporáneos se inspiraban en tópicos religiosos, mitológicos o costumbristas, Velasco hizo de la geografía mexicana el motivo de su pintura y el símbolo de la identidad nacional.
Fue profesor de gran cantidad de artistas y el espejo en el que se fijaron (en sus primeros años) los muralistas José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, quienes luego seguirían caminos propios dentro de la llamada pintura nacionalista al servicio de la Revolución.
Velasco estudió en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, debido a una beca que obtuvo por medio de un concurso. Allí fue alumno de artistas como Santiago Rebull, Pelegrín Clavé, Manuel Carpio y, sobre todo, del italiano Eugenio Landesio.
A los 18 años fue nombrado profesor de perspectiva en la Escuela Nacional de Bellas Artes y cuatro años después obtuvo la titularidad de la plaza de profesor de paisaje en la misma escuela. Su labor docente duró más de 40 años.
Imbuido de las enseñanzas de su maestro Eugenio Landesio, Velasco trabajó como dibujante en el Museo Nacional (1880) y probó fortuna en la última y espectacular novedad que había aparecido en el mercado: la fotografía primigenia. Luego fue nombrado inspector de dibujo y escultura en la Escuela Nacional de Bellas Artes (1910).
Su producción artística inició en 1868, al concluir sus estudios en la Academia, y se extendió durante 44 años, en los que llegó a crear cerca de 300 pinturas al óleo, además de acuarelas, litografías y pinturas en miniatura. Destacan especialmente sus paisajes del Valle de México.
Con su extraordinaria producción artística, Velasco hizo realidad el sueño de tantos artistas al lograr que la pintura mexicana alcanzara el reconocimiento universal, poniendo a México a la par con Europa en el ámbito cultural. Entre sus obras destacan: Patio de una casa vieja (1861), El valle de México (1875), Catedral de Oaxaca (1887) y una serie de ocho cuadros sobre el Valle de México (1894-1905).
José María Velasco fue uno de los artistas mexicanos más laureados de su época. Entre las distinciones que recibió destacan la Medalla de Oro de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de los años 1874 y 1876, la medalla en la Exposición Internacional de Filadelfia (1876), su primer premio de la Academia Nacional de México (1878), la medalla de la Exposición Universal de París (1889), la Medalla de Oro del Centenario de Colón (Madrid, 1893) y la medalla de la Exposición de Bellas Artes de Puebla (1900).
Cabe destacar que las contribuciones de Velasco al arte nacional no sólo se dieron en el género del paisaje y en sus panorámicas del Valle de México, también fue un hombre interesado en las ciencias naturales y sociales. Manifestó su preferencia por el estudio de la arquitectura, la antropología, la botánica, la geología, la paleontología y una serie de estampas dibujadas con todo detalle sobre la evolución de la flora y la fauna terrestre y marina, lo cual convirtió en una fuente de estudio de la ciencia en México y lo llevó a ser nombrado presidente de la Sociedad Mexicana de Historia Natural en 1881.
En 1942, Octavio Paz escribió acerca de la obra de José María Velasco: “El equilibrio, la sobriedad arquitectónica, los ritmos austeros recuerdan la precisión de ciertos poemas mexicanos. Si Velasco hubiera sido poeta, su forma predilecta habría sido el soneto. Sus paisajes poseen el mismo rigor, la misma arquitectura desolada y nítida…
“Como Othón, logra recrear el paisaje de México sin ninguna concesión, sin ningún adjetivo. No necesita vestir la desnudez de lo que pinta con atavíos más o menos regionales para expresar que este paisaje frío y altanero, más desolado que triste, sólo pertenece a México. Frío, riguroso, insensible y lúcido, JMV sólo es una mitad del genio. Pero es una mitad que nos advierte de los peligros de la pura sensualidad y de la sola imaginación”.
El poeta Xavier Villaurrutia describió así la obra de este pintor costumbrista: “El azul del cielo del valle tiene una pureza de esmalte. Las nubes que en el cielo navegan, una consistencia de mármol. Los crepúsculos alcanzan variedades increíbles, pero raramente y sólo por excepción surgen colores inesperados. Aun entonces, una cortina de polvo finísimo atenúa los colores que de otro modo serían demasiado cálidos. Esa cortina de polvo se formó, silenciosa e insensiblemente, en los lagos de la vieja Anáhuac, hoy desecados”.
Al calificarlo como “arquitecto del aire”, el escritor Adolfo Castañón afirma: “En Velasco se da una convergencia de monumentalidad y de capacidad para reproducir en el grano más fino el detalle de las rocas, plantas y cielos.
“Esto no podría haberse dado sin una formación de dibujante científico, pero la sed, la necesidad de horizontes vastos y la convivencia constante con la grandeza y con la sencillez hacen de este artista un guía espiritual y moral que, en nuestros tiempos, tan socorridos por las diversas variedades de la cursilería, se vuelve imprescindible (…) José María Velasco es, por todo esto, uno de los padres fundadores del espacio pictórico mexicano e hispanoamericano”.