Recrean en el Museo Nacional de Antropología el Mihcailhuitl: fiesta de los difuntos, de Cuacuila, Puebla
*** Integrantes de esta comunidad nahua realizaron la instalación de una casa tradicional de la región, en la que colocaron un altar de muertos; permanecerá hasta el 28 de octubre
*** Reciben a los difuntos con alimentos como patzcalli (elaborado a base de pipián y chile guajillo), frutas, aguardiente, ropa y arcos de cempoaxóchitl
Oraciones, procesiones y gastronomía tradicional son parte de los elementos que integran el Mihcailhuitl: la fiesta de los difuntos de Cuacuila, del municipio de Huauchinango, en Puebla, ritualidad que fue recreada por habitantes de esa comunidad nahua en el patio central del Museo Nacional de Antropología (MNA), con la finalidad de mostrar al público su ideología mortuoria y dar continuidad a esta tradición de origen prehispánico.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a través de la Subdirección de Etnografía del MNA, ha impulsado a lo largo de cinco décadas el montaje de la tradicional ofrenda de Día de Muertos en sus instalaciones. Las diversas comunidades étnicas del país se trasladan a este recinto para llevar a cabo dicha representación lo más cercana posible a como lo hacen en sus lugares de origen.
En esta ocasión, miembros de la localidad poblana de Cuacuila, realizaron la instalación arquitectónica y museográfica de una casa tradicional de su región, dentro de la cual fue colocado el altar de muertos, compuesto por elementos como patzcalli (platillo elaborado a base de pipián y chile guajillo), mole con guajolote, tamales de alverjón, frutas de temporada (naranjas, mandarinas y plátanos); cervezas, aguardiente, cigarros, agua “para mitigar el largo viaje de los difuntos”, pan, veladoras y arcos de cempoaxóchitl: la flor de muerto.
Los arcos que rodean las orillas de la mesa, son adornados de indumentarias femeninas y masculinas entre las que sobresalen: fajas, blusas, enredos, camisas, enaguas, rebozos, sombreros, botas, morrales y machetes. La presencia de tales elementos responde a que en la cosmovisión de los nahuas de Cuacuila, en el mundo de los muertos, el difunto tiene las mismas ocupaciones que en su vida terrenal, es decir, posee una pareja, casa, parientes, compadres; come, duerme y trabaja; cumple con obligaciones colectivas y asiste a rituales.
En punto de las 12:00 horas, Diego Prieto Hernández, director general del INAH, en compañía de Antonio Saborit, director del MNA; Francisco Cornejo, oficial mayor de la Secretaría de Cultura; Arturo Gómez, subdirector de Etnografía del recinto museístico; Iván de Sandozequi, director general de Museos del Estado de Puebla, y autoridades del municipio poblano de Huauchinango, dieron la bienvenida a la comunidad de Cuacuila, quienes en respuesta y agradecimiento les colocaron un xochicoscatl (collar de flores).
El antropólogo Diego Prieto señaló que “los muertos están entre nosotros como recuerdo y presencia”, siguen perteneciendo a la familia, regresan año con año para acompañar a sus seres queridos y son parte de la comunidad.
“Los días 1 y 2 de noviembre se realiza la fiesta de los muertos, y se denomina fiesta porque celebramos que aquellos seres queridos siguen entre nosotros. Entre los nahuas de Cuacuila, la fiesta es presencia, compañía y protección, esos difuntos que se constituyen como antepasados, son los que protegen y median ante las divinidades para que la comunidad siga viviendo con bienestar”, expresó.
El titular del INAH añadió que las culturas indígenas se mantienen vigentes, “México es una nación pluricultural que se enorgullese de sus diversos pueblos originarios. Por eso, es muy importante que en el Museo Nacional de Antropología sepamos que el pasado y el presente se unen; el patrimonio es un conjunto de bienes, saberes y símbolos que siguen vivos porque nosotros les damos significado”.
En tanto, el doctor Antonio Saborit, titular del MNA, puntualizó que para el recinto a su cargo es importante realizar estos eventos, ya que son parte de la misión de estudiar, fomentar, promover y difundir temáticas donde exista una continuidad cultural que recoge elementos de diversas tradiciones, así como los procesos históricos que se fusionan, hasta lograr la riqueza expresiva de los sincretismos.
Arturo Gómez, explicó que en los pueblos indígenas la muerte no es algo que entristece, sino que los difuntos tienen una continuidad cultural hacia el inframundo y los cielos donde transitan. A diferencia de otras ideologías, el sistema de creencias indígena se ve como una especie de contingencia donde el comportamiento ético, moral y terrenal es el que importa.
Cuacuila, comunidad asentada en la Sierra Norte de Puebla, realiza año con año esta actividad que también es una celebración de tipo agrícola porque marca el cierre de la cosecha.
Del 25 al 30 de octubre los mercados de la localidad se abastecen de flores, comida y veladoras; por lo general, los habitantes ocupan esos días para adquirir los insumos que pondrán en su ofrenda y recoger de sus huertos aquello que cultivaron durante el año: caña, jícama, frijol, maíz, calabaza o chayote.
El día 31 de octubre inicia el Mihcailhuitl (fiesta de los muertos) con el recibimiento que se hace a los niños fallecidos. Por medio de un camino hecho con pétalos de cempoaxóchitl, la familia señala a los difuntos la entrada al altar. En la puerta, es colocada una cruz o a veces dos (depende de la costumbre de la familia), en tanto que los alimentos acomodados no llevan picante.
Para la celebración del 1 de noviembre (dedicada a los muertos adultos), los altares se adornan con todos los elementos señalados, además de dulces de calabaza y chayote, frituras y caramelos comerciales. Ese día se cuelgan los ropajes en los arcos que rodean la mesa, y en el arco frontal se sujeta una cruz de madera también forrada con la flor de muerto.
Habitualmente, la gente llama a las almas por medio de oración e incienso, comen en sus hogares y por la tarde asisten al cementerio local para limpiar la tumba del difunto y ofrendar alimento.
El 2 de noviembre se efectúa el mismo ritual pero sin asistir al panteón, y entre la parentela se hace el intercambio de ofrendas. Los integrantes de una familia recogen elementos del altar y los guardan en una canasta; tapan los alimentos con una servilleta bordada y los llevan a la casa de algún pariente para hacer entrega de éstos; en reciprocidad, tienen que regresar a su domicilio de inmediato ya que habrá otra familia que otorgue a ellos parte de los productos que durante la celebración dispusieron en su hogar.
La representación hecha en el MNA fue lo más parecido a lo que sucede el 1 de noviembre en Cuacuila. Dicha instalación estuvo asesorada por investigadores de la subdirección de Etnografía del MNA, como María de Lourdes Báez, Catalina Rodríguez, María Eugenia Sánchez, Juan Pablo García y René Esteban Trinidad, además de dos grupos de trabajo: el equipo avanzado, conformado por cocineras y ritualistas que conocen mejor el proceso de montaje; y otro compuesto por población de todas las edades de Cuacuila, que han sabido mantener vivas sus costumbres.
El altar de esta comunidad del norte de Puebla permanecerá hasta el 28 de octubre en el patio central del Museo Nacional de Antropología (Av. Paseo de la Reforma y Gandhi s/n, colonia Chapultepec Polanco, Ciudad de México). Horario de visita: de martes a domingo de 09:00 a 19:00 horas. Entrada gratuita