Se caracteriza por su bicromía roja sobre otras tonalidades
Reconocen identidad chichimeca en cerámica del centro de México
*** La cerámica roja sobre otro tono, abundante en Mesoamérica, se vislumbra como rastro de migraciones masivas desde el norte
*** Tal bicromía se había relacionado a una cultura llamada Coyotlatelco, hipotéticamente desarrollada en el centro durante el Epiclásico (750 a 1150 d.C.)
Para la arqueología, las vasijas de cerámica de los pueblos mesoamericanos no sólo son recipientes de alimentos, también de discursos. Las características de sus materiales y decorado, reflejadas en colores y diseños, hablan de culturas, épocas, ideologías; por eso los miles de tepalcates que se descubren en las excavaciones son motivo de estudio constante.
El arqueólogo Jesús Sánchez, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ha dedicado varios años de su vida académica al análisis de los fragmentos de barro con bicromía rojo sobre café, crema, bayo y anaranjado, que desde la segunda década del siglo XX se habían identificado como propios de la cultura Coyotlatelco, hipotéticamente desarrollada durante el Epiclásico (750 a 1150 d.C.), luego de la caída de Teotihuacan y hasta el declive de Tula.
Sin embargo, los avances de la arqueología muestran que la cerámica con esa bicromía está presente en casi toda Mesoamérica desde el Preclásico Medio (500 a.C.), principalmente en las regiones del Bajío, Occidente, Altiplano Central y Oaxaca, hasta el fin del Posclásico (1521).
Hoy, las pesquisas de Jesús Sánchez proponen que lo “Coyotlatelco” no existe y que la cerámica bicroma rojo sobre otra tonalidad ya se producía desde el Preclásico Medio, aunque se intensificó a raíz de las migraciones de pueblos chichimecas del norte y Bajío que ocuparon el Altiplano Central cuando Teotihuacan feneció.
Jesús Sánchez relata que entre 1920 y 1921, el arqueólogo Alfred M. Tozzer (1877-1954), investigador del Instituto Smithsoniano de Estados Unidos, descubrió en una milpa cercana al pueblo de Santiago Ahuizotla, en Azcapotzalco, Ciudad de México, una colina artificial que la población llamaba Coyotlatelco (la colina del coyote). Al explorar el montículo halló una cerámica diferente a las conocidas hasta ese momento, caracterizada por su bicromía: rojo sobre café, rojo sobre crema y rojo sobre bayo, a la que llamó Coyotlatelco, en referencia al montículo.
“Tozzer publicó un ensayo en el que menciona por primera vez este tipo de cerámica y a partir de ahí los arqueólogos hemos clasificado así a todos los tiestos de color rojo sobre otro”, explica Jesús Sánchez; en seguida comenta que a la fecha se han escrito infinidad de libros que debaten sobre dicho término, incluso en los años 30 del siglo XX se propuso la existencia de una “cultura Coyotlatelco” y una “fase Coyotlatelco”. Pero mientras más se avanza en las investigaciones y excavaciones, el problema para definir qué es lo Coyotlatelco se hace más complejo porque la propuesta inicial deriva sólo de características físicas.
Cuando Jesús Sánchez encabezó el Proyecto de Investigación Antropológica Cerro de la Estrella (PIACE), de 2001 a 2008, detectó una elevada presencia de cerámica rojo sobre café y asumió que era Coyotlatelco. Pero la semejanza de la bicromía con la teotihuacana hizo difícil distinguir una de otra: una solución era aceptar ―como lo indican muchos investigadores― que originalmente había sido producida por los teotihuacanos; sin embargo, otros estudiosos sustentan que este tipo de cerámica tuvo su origen en el Bajío o el Norte, donde se producía desde por lo menos a mediados del Clásico (300 d.C.).
Es así que Jesús Sánchez emprendió nuevas pesquisas y encontró que en el Bajío, durante el Preclásico, hay miles de tiestos y vasijas color rojo sobre crema, sobre café y sobre bayo; cambian las pastas, formas, diseños, pero los colores se mantienen, entonces advierte que desde ahí es que hay que seguir la pista: la cerámica aparece en el Bajío, luego desaparece y aparece en la Cuenca, pero no se mueve sola.
Los avances de la arqueología permiten saber que la principal característica durante el Epiclásico fue la movilidad de la población: la gente del sur viajó al norte y la del norte al sur; el centro se convirtió en zona de paso porque ya no está Teotihuacan, que durante 1000 años no compartió con nadie la posesión de la Cuenca de México, rica en recursos. Así que cuando dejó de existir, en el 750 d.C., empezaron las migraciones masivas, narra el arqueólogo.
El investigador refiere que el arribo de chichimecas procedentes del Bajío y Norte fue constante durante 500 años y de acuerdo con el cronista indígena Chimalpahin, los primeros en llegar fueron los culhuaques. Todos esos migrantes fueron portadores de esta cerámica que, adicionalmente, presenta una bicromía con múltiples variantes: es la presencia del rojo sobre el color de la tierra con la que se elabora, porque el color del barro depende del yacimiento de la arcilla: colorada, blanca como el caolín o hasta negra como la oaxaqueña.
“Lo anterior demuestra que lo ´Coyotlatelco´ no existe: la población original de aquel montículo que descubrió Tozzer fue teotihuacana, como lo reflejaron las características arquitectónicas del asentamiento, luego, cuando los teotihuacanos lo abandonan llegan los chichimecas y se establecen dejando la cerámica como rastro de su presencia. Esta puede ser una respuesta a interrogantes que la arqueología tiene que resolver desde que se descubrió ´lo Coyotlatelco´ en 1921”, señala Jesús Sánchez.
¿Quiénes fueron los coyotlatelcos?, ¿dónde están?, ¿cuáles son las otras características culturales que los definen además del aspecto físico de la cerámica roja sobre otro tono?, son preguntas que no se han podido responder: “Si uno se refiere a lo teotihuacano, por ejemplo, lo mexica o lo tolteca, en cada caso hay una ciudad, un patrón de asentamiento, arquitectura, escultura y cerámica bien definidas, entre otras manifestaciones; en cambio de lo ´Coyotlatelco´ no hay nada más”, observa el investigador. Finalmente hace notar una coincidencia de la presencia de esta cerámica en ciudades cuya arquitectura se caracteriza por el patio hundido como Cañada de la Virgen, El Cóporo y Peralta, en Guanajuato, y Cantona, en Puebla.
A partir del Proyecto Arqueosemiótico Identidad Chichimeca en la Cerámica del Centro de México (PASICHCCM), que actualmente dirige junto con la arqueóloga Yadira Martínez Calleja, Jesús Sánchez ha tendido puentes de estudio y un grupo de arqueólogos que se enfrentan al mismo problema ya intercambian información para definir aspectos como: de dónde proviene la cerámica bicroma rojo sobre otras tonalidades que llegó al centro después de la caída de Teotihuacan y contrastar datos sobre formas, diseños, fechamientos, así como características de los sitios donde han aparecido estas cerámicas, de la región de la cuenca de México con el Bajío.
Las hipótesis iniciales de este problema científico se encuentran en el libro Para comprender el Epiclásico en el Centro de México (INAH/2013, Colección Arqueología), y los avances y soluciones logrados con el desarrollo del PASICHCCM, se plasman en la obra La Epopeya Chichimeca en el Centro de México, que constará de diez volúmenes, de los cuales, los primeros cinco se encuentran listos para su publicación