Tras siete años de trabajos
Recobra belleza colección de portaincensarios de Palenque
*** La serie de 130 incensarios efigie de esta antigua ciudad maya, objetos que fueron elaborados entre 350 y 850 d.C., han recibido tratamientos de conservación
*** Su preservación integral forma parte de un proyecto de catalogación y mantenimiento de las colecciones del Museo de Sitio “Alberto Ruz Lhuillier”
La faz divina de GI con su peculiar nariz roma, los atributos felinos de GIII y el semblante envejecido del Dios Remero Jaguar con su marcado prognatismo, van tomando forma entre las manos de Carlota, Isabel, Cristal, Francisco y Octavio, cinco jóvenes que han colaborado durante varias temporadas de campo en la restauración del acervo de incensarios efigie de Lakamha’, antigua ciudad maya que hoy se conoce como Palenque.
La colección de portaincensarios de esta zona arqueológica chiapaneca asciende a 130, siendo la más numerosa en comparación con los acervos de incensarios efigie de otros sitios mayas, de ahí la importancia del trabajo realizado por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para concluir la conservación del total de estas piezas consideradas sagradas en tiempos prehispánicos.
En 2010 comenzó la preservación integral de estos objetos como parte de un proyecto destinado a la catalogación y mantenimiento de las colecciones arqueológicas de los museos del INAH en Chiapas, entre ellos el Museo de Sitio de Palenque “Alberto Ruz Lhuillier”. Esta iniciativa, de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) y el Centro INAH Chiapas, es encabezada por la arqueóloga Martha Cuevas y la restauradora Luz de Lourdes Herbert.
A siete años de distancia, los 117 de cerámica y otros 13 de piedra que constituyen el corpus de incensarios efigie palencanos, han recibido tratamientos de conservación, salvo algunas cajas donde —al igual que un rompecabezas que espera ser armado— pueda permanecer alguna pieza más, informó la restauradora Gabriela Mazón Figueroa, coordinadora en campo de estas labores de conservación.
Con 25 años de experiencia en la restauración de este tipo de objetos, la experta de la CNCPC refirió que “no cualquier restaurador puede llegar e intentar armar uno, ya que se conforman de distintas secciones: un cuerpo tubular con tres mascarones a lo largo y con aletas adosadas. También la evolución de la técnica de manufactura establece claras diferencias entre ellos, sobre todo al interior de la misma pieza”.
Descubiertos en los basamentos de las pirámides del Grupo de Las Cruces, el más sagrado de la ciudad, donde fueron depositados tras años de veneración en los templos, el poco más de un centenar de incensarios efigie de Palenque refleja la evolución formal de estos objetos en 600 años; los más antiguos datan de 350 d.C. y los últimos proceden de las fases finales de la urbe, hacia 850 d.C.
“Es una colección muy valiosa, sobre todo para el estudio de la religión y de las deidades mayas”, anotó la arqueóloga Martha Cuevas, cuyos estudios sobre la iconografía de estas piezas le ha llevado a proponer que representan, por lo menos, a cinco entidades: la tríada divina formada por GI, la deidad patrona; GII y GIII, y los dioses remeros (Remero Jaguar y Remero Espina de Mantarraya)”.
Dichos dioses “fueron los más importantes para la dinastía palencana. A través de los portaincensarios observamos que este patrón de deidades, la mayoría relacionadas con el culto al ciclo diario y anual del Sol, va a ser constante a lo largo de los siglos, desde el periodo Clásico Temprano, hacia 350 d.C., y hasta el final de la ocupación del sitio, alrededor de 850 d.C.”
A partir del conjunto de estos objetos de culto es posible dilucidar también las transformaciones en su manufactura: las pastas y desgrasantes usados, los pigmentos aplicados en la decoración y el lugar de dónde se obtenían, así como las técnicas incorporadas a lo largo del tiempo”.
Martha Cuevas, especialista que actualmente colabora con la CNCPC en este proyecto de ordenamiento de las colecciones de Palenque, señala que los incensarios efigie no sólo recrean a las deidades, sino también a los ancestros. Por ejemplo, se tiene identificado que Kan B’ahlam, dirigente de la ciudad a fines del siglo VII, es el personaje retratado (con la característica separación de sus incisivos superiores) en varios provenientes del Templo XIV, dedicado a su memoria.
Luego de permanecer ocultos por centurias, este tipo de objetos comenzaron a emerger de los basamentos de los templos de La Cruz, de la Cruz Foliada y del Sol, así como de los templos XIV y XV de Palenque, a partir de excavaciones emprendidas por distintos arqueólogos: Alberto Ruz Lhuilllier y César Sáenz, Jorge Acosta, Arnoldo González Cruz, Merle Greene y Alfonso Morales, entre mediados de los años 50 y finales de los 90 del siglo XX.
Con el debido registro de cada tepalcate o fragmentos mayores, cada portaincensario fue embalado incluso con la tierra de excavación, y así es como la restauradora Gabriela Mazón y otros de sus colegas que los han intervenido a lo largo de los años, comienzan su difícil tarea en el Almacén de Bienes Culturales del Museo de Sitio de Palenque.
“Primero sacamos el material y damos una limpieza en seco, porque algunos todavía presentan acumulación de materia orgánica. Debido a que muchas veces las pastas están deleznables, usamos materiales compatibles con los originales y que garantizan la reversibilidad del tratamiento, en este caso aplicamos un barniz suave para fijar las escamas hasta consolidar cada fragmento”.
Una vez concluida esa etapa se procede a armar, en lo posible, el incensario. “Se trata de comparar cada fragmento, considerando los grosores, colores y texturas”, continúa la restauradora.
En parte por sus proporciones —los braseros más tempranos miden aproximadamente 50 cm de altura y pesan cerca de 12 kilos, mientras los de la fase Balunté (770-850 d.C.) alcanzan 1.20 m y 70 kilos—, es necesario restituir faltantes para asegurar una mejor conservación de estas piezas.
Tras señalar una de las piezas que semeja el rostro vendado de una persona, Gabriela Mazón dijo que en una siguiente etapa y de forma paulatina se hará la reintegración cromática de las zonas con faltantes para brindarles una apariencia homogénea.
No obstante, decenas de ellos ya cuentan con este acabado y pueden admirarse los mismo en la Sala Maya del Museo Nacional de Antropología (MNA), en la ciudad de México, o en los museos Maya de Cancún o de Sitio de Palenque “Alberto Ruz Lhuillier”, donde permanece una muestra dedicada a Los dioses remeros en los portaincensarios de Palenque. Esto sin contar su itinerario en exposiciones de carácter internacional, como Mayas, el lenguaje de la belleza en el Palacio de la Gran Guardia de Verona, Italia.
La catalogación acuciosa de la serie de incensarios efigie, más otros acervos de Palenque, ha permitido replicar la experiencia del proyecto de digitalización de las colecciones del MNA, con la creación de un banco de imágenes digitales en alta resolución.
Con sumo cuidado, los portaincensarios son trasladados a una mesa donde, tras combinar distintos tipos de iluminación, los cuerpos cilíndricos reciben disparos desde todos los ángulos posibles: frente, detrás, perfil y tres cuartos, con fondo blanco y fondo negro, de una calidad que permite incluso impresiones de 1 x 2 metros.
Toda esta labor de catalogación y conservación de las colecciones del Museo de Sitio de Palenque y otros más de Chiapas, representa la base de un proyecto a largo plazo que pretende convertir los depósitos de bienes culturales de los mismos en centros de investigación accesibles al público y a los investigadores