Luis Nishizawa, el pintor de la belleza, la naturaleza y el color
El artista fue experto en técnicas y procedimientos, además de dominar todos los géneros, afirmó Úrsula Cotero
Un maestro que compartió sus secretos sobre técnicas de pintura con estudiantes y maestros: Rina Lazo
Luis Nishizawa Flores (Cuautitlán, Estado de México, 2 de febrero, 1918 – Toluca de Lerdo, Estado de México, 29 de septiembre, 2014) fue un pintor mexicano que enriqueció el arte y la cultura de México desde diversas áreas, fue pintor, ceramista, dibujante, vitralista, grabador, muralista y escultor, pero también escritor, maestro y un tenaz promotor cultural.
Hijo de padre japonés, Kenji Nishizawa, y madre mexicana, María de Jesús Flores, fusionó en su arte esas dos culturas que dieron origen a cientos de obras o ventanas -como decía Luis Nishizawa- que permiten a las personas que miran el cuadro “sumergirse en éste y ser partícipe de mis aventuras y más allá de que les gusten, las sientan”.
Un niño retraído en la escuela al que le gustaba dibujar, así recuerdan amigos y familiares a Luis Nishizawa, artista del realismo, expresionismo, gestualismo, abstraccionismo, arte conceptual y figurativo.
“Mi padre me inculcó una gran disciplina y de mi madre recibí la sensibilidad. Dos valores que han sido pilares en mi vida y en mi obra”, relató en su momento Luis Nishizawa, quien también fue influido por Francisco Goitia, Cézanne, Modigliani, Rembrandt, Luis Sahagún y Alfredo Zalce.
Su obra abarca casi todas las técnicas, destaca su trabajo en litografía, acuarela, óleo, temple, aguafuerte, tinta, grabado, Ukiyo-e (grabado en madera), estampa japonesa, vidrio, cerámica y cera.
“Se trató de un experto en el empleo de las técnicas artísticas. De un maestro en metodologías y procedimientos de la pintura durante 55 años y de un pintor que dominó todos los géneros destacando el retrato y paisaje.
“Incursionó en el expresionismo, la Escuela Mexicana de Pintura, pintó bodegón e hizo abstracciones, aunque es conocido por sus paisajes, pero también hizo dibujos y murales en distintas partes del país y en el extranjero”, detalló Úrsula Cotero García Luna, directora del Museo-Taller Luis Nishizawa.
En la obra de Luis Nishizawa se puede ver retratada la realidad entretejida con los sueños, los recuerdos más íntimos de su infancia, su relación con la naturaleza y el campo mexicano, las estaciones, el paisaje, el cielo, el hombre, la mujer, los niños, las tradiciones populares, escenas costumbristas, naturalezas muertas y sus viajes.
Recreó asimismo a amigos y a sus padres, los animales que lo remitían a su niñez como pastor, la poesía, la obra de Juan Rulfo, los gestos, los rostros, las montañas, los peces, camarones, desnudos, las flores, los frutos y los colores que siempre le apasionaron: negro, blanco y amarillo.
“Son cuadros que reflejan su niñez en el campo, fue un apasionado de la naturaleza y que desde los cuatro años dibujaba. También expresan la tranquilidad que le daba el medio ambiente y retrató temas sociales que presenciaba en Tepito, donde vivía, por lo que hay rostros que reflejan la pobreza, oficios populares y tradiciones.
“Es obra que exhibe que él es heredero de la filosofía japonesa y mexicana; fue un investigador del mundo náhuatl y japonés y utilizó sus simbologías en su obra, la cual está llena de enorme belleza, de un lenguaje emotivo del color y con excelentes técnicas que pueden durar más de 400 años y que nos dejan constancia de un México retratado por más de 70 años”, agregó Úrsula Cotero.
La producción de Luis Nishizawa también incluye los libros Maya (1969), Artesanía de México (1972) y México mágico (1989), además de los murales que realizó con uso de la piedra, la cerámica, la teja y el vidrio, donde plasmó, entre otras cosas, la simbología prehispánica, la morbilidad y la asistencia médica, como en El aire es vida, realizado para el Centro Médico del Instituto Mexicano del Seguro Social.
Creó también las obras Un canto a la vida, en la Unidad del Seguro Social en Celaya, Guanajuato; la obra colectiva Un canto a Martí, en el Centro Cultural José Martí; El lecho del universo, en el Museo de Arte Moderno del Centro Cultural Mexiquense, y El espíritu creador siempre se renueva, en la estación de tren Keisei en Japón.
“Sus últimas obras son interesantes, sobre todo porque mostraba técnicas nuevas, como el uso del vidrio no como vitral, sino como un mural. También porque exponen que él utilizó muchas técnicas con su manera de evolucionar, primero trabajó las técnicas más tradicionales y después terminó con la del vidrio que utilizó de una forma muy interesante”, detalló la pintora, grabadora y muralista Rina Lazo.
Luis Nishizawa fue maestro de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (1955-2003); consejero universitario (1989-1993), además de titular de la cátedra Coghlan del Colegio de Sinaloa (2000).
Para Rina Lazo esta faceta como profesor fue una de las aportaciones que Nishizawa hizo a la cultura de México, ya que relata, fue un magnífico maestro y orientó a estudiantes y catedráticos sobre técnicas, especialmente de pintura al óleo y al temple.
“Le gustaba enseñar y decir todos sus secretos sobre las técnicas y esa fue su aportación más importante. Fuimos contemporáneos, alguna vez le consulté sobre la técnica del temple y platicamos de eso, pero sobre todo veía que tenía una gran paciencia para enseñar, hacer arte y sus conocimientos dárselos a los alumnos”, detalló.
Luis Nishizawa fue miembro del Ateneo del Estado de México, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística en el Estado de México y de Número de la Academia de Artes.
Recibió numerosos premios y distinciones, entre los que se encuentran: la Condecoración Imperial de Japón: Tesoro Sagrado, la Presea Estado de México en Artes José María Velasco (1984) y el Premio Nacional de Ciencias y Artes (1996).
Fue Creador Emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), Doctor Honoris Causa de la UNAM y recibió la Medalla Bellas Artes (2013).
Desde diciembre de 1992, en Toluca, Estado de México, se encuentra el Museo-Taller que lleva su nombre, como reconocimiento a la labor docente que realizó en la formación de jóvenes pintores durante más de cuatro décadas y también por su vasta creación plástica.
LCL