Recordaron a Eraclio Zepeda a un año de su fallecimiento
o En una sesión literaria organizada por el INBA y la Academia Mexicana de la Lengua
o Participaron Jaime Labastida, Felipe Garrido y Silvia Molina
Como un hombre que convertía la ficción en realidad; un poeta, narrador, cuentero, hombre de campo, luchador social, combatiente y viajero en acción permanente, y un escritor de un estilo complejo que siempre pugnó por la libertad, se recordó la noche del jueves 22 de septiembre a Eraclio Zepeda, al cumplirse un año de su fallecimiento, en una sesión literaria organizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y la Academia Mexicana de la Lengua (AML).
En el acto, celebrado en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, participaron Jaime Labastida, director de la AML; Felipe Garrido, director adjunto de la AML, y Silvia Molina, académica correspondiente de la AML por el estado de Campeche, ante la presencia de la directora general del INBA, María Cristina García Cepeda.
El poeta Jaime Labastida destacó el liderazgo de Eraclio Zepeda (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 24 de marzo de 1937-17 de septiembre de 2015), quien se hacía notar y se imponía, y su capacidad de persuasión.
Zepeda fue un hombre capaz de convertir la ficción en realidad, dijo, y comentó que lo conoció en 1956 en la preparatoria de la Universidad Militar Latinoamericana. “Se le notaba el carácter militar, que impactó en todas las personas que lo conocieron, y evidenciaba su capacidad de liderazgo”.
Recordó que en una filmación –de las varias en las que participó como actor– en la que encarnó a Pancho Villa, fue a un pueblo donde una mujer lo trató de general y le pidió interceder por su marido que estaba en la cárcel. “Laco –como le llamaban sus seres queridos– asumió ese papel y convenció al presidente municipal para dejarlo libre, y así se unió con el pueblo en el rodaje de la película”.
Entre anécdotas y sonrisas, Labastida expresó: “No puedo dejar de pensar en su alegría, en su risa portentosa, en su capacidad de improvisación, en esa manera de poner fin a todo amago de tristeza, porque si algo habrá de ser característico en Eraclio, mi hermano, era siempre su amor intenso por la vida, el amor y la alegría que a todos nos contagiaba”.
Por su parte, Felipe Garrido rememoró la afición de Eraclio por las historias sobre la aviación, como en Don Chico que vuela, y que en 1963 huyó con su novia Elba Macías, fuga que duró diez años y que muchos calificaban como “el rapto más largo de la historia”. Él tenía 26 años y ella 19. Se fueron a Moscú y tuvieron una hija, Masha.
Pasaron años, agregó, para que enfrentara a su suegro. El escritor era un hombre de acción que compró un revolver y afrontó la situación: “Le regaló una pistola a su suegro, un general, y le dijo: ‘Usted sabe si la usa para matarme o me recibe como un hijo’. Con lágrimas en los ojos lo abrazó y solo dijo que quería conocer a su nieta”.
Luego comentó: “Una tarde de 1987, en Villahermosa, Tabasco, después de una reunión nacional de cuenteros, le pregunté cómo empezó a contar historias. Eraclio me contestó: ‘En la casa, en la sobremesa, con la familia. Todos contaban un cuento y nadie podía preguntar si lo que acababa de oír era verdad’”.
En su oportunidad, Silvia Molina recordó a Eraclio Zepeda como “travieso, juguetón e inventivo”. Contó que, cuando le preguntaban al escritor por qué su nombre no tenía H, él contestaba que Henrique González Casanova se lo había robado.
Refirió que Octavio Paz escribió, en Poesía en movimiento, que la única vez que vio a Eraclio le pareció “una montaña; si se reía, la casa temblaba; si se paraba, veía nubes sobre su cabeza” y que Asela es uno de los mejores textos amorosos de la poesía mexicana.
“La obra literaria de Eraclio Zepeda es poseedora de un valor estético que la hará perdurar. Nunca tuvo un estilo sencillo, así como fue él. Carballo decía que sus metáforas no desmerecen ante las de Rulfo y Revueltas”.
Finalmente expuso: “No asimilamos fácilmente que Laco no esté entre nosotros. Como el buen viajero que fue, emprendió otro camino, como el de sus personajes, más allá de todos los viajes que hizo por el mundo. Lo extrañamos, y echamos de menos ese bienestar que uno sentía al estar cerca de él. Sin embargo, nos dio tantos regalos que solo bastará recordarlos para sonreír”.