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Libros 2015-09-21 17:53

Publica Conaculta el pensamiento de Gabino Barreda en el libro Opusculos, discusiones y discursos

Colección Cien del Mundo



Publica Conaculta el pensamiento de Gabino Barreda en el libro Opúsculos, discusiones y discursos



· El educador y filósofo fue uno de los personajes que trajo el positivismo a México y planteó en diversos foros públicos la necesidad de la formación moral y ética de los ciudadanos



Cada siglo trae consigo una dosis revolucionaria, un movimiento que lanza al hombre y su mundo hacia el ideal de avance. La que se produjo en el siglo XIX fue la del conocimiento. Iluminar lo objetivo haciendo a un lado la subjetividad constituyó la razón del positivismo. Fue Gabino Barreda quien lo introdujo y propagó en México. Por eso la relevancia de su reflexión práctica, de las palabras que acompañaron sus acciones, es rescatada en la colección Cien del Mundo, que edita el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, con el título Opúsculos, discusiones y discursos.



Una solemne pregunta atraviesa la historia de toda nación ¿debe ser tarea de la educación formar en la moral? El primer obstáculo que se presenta para responderla es el prejuicio existente de que moral y religión son la misma cosa y mucho se ha buscado que la educación prescinda de todo dogma para ligarla a la libertad en que el pensamiento florece sin trabas.



En 1863, el periódico El Siglo XIX publicó el artículo, escrito por Gabino Barreda, De la educación moral, texto con el que inicia este volumen.



Es este un tratado reflexivo explicativo de las condiciones en que la moral ocurre en el individuo. Argumenta Gabino Barreda que la moral tiene bases científicas en la fisiología, que entonces concluía ya que somos seres movidos por instintos, por tendencias innatas que nos inclinan hacia al bien y al mal. A la solicitud de los buenos instintos se le llama conciencia, esto demostraría que la moral no es un privilegio que resulta del contacto con una religión. No es cuestión de rituales o creencias.



El problema a resolver es cómo fortalecer este instinto positivo, y para ello Gabino Barreda propone una gimnástica moral. Sabemos que el ejercicio físico, un movimiento frecuente e indicado que vaya venciendo la resistencia, desarrolla los músculos, pues de igual manera, propone, podemos aplicar ese principio a los órganos intelectuales y afectivos. Si dirigimos la educación de modo que los actos altruistas se repitan con frecuencia y los destructores o egoístas se eviten, se acabará por ceder a los robustecidos instintos benévolos. Esta es la finalidad del arte moral, practicar buenas acciones y reprimir incesantemente las malas. Los padres y los profesores están llamados a presentar ejemplos de moralidad y virtud, con tal esfuerzo que se consiga el deseo de imitarlos. Nunca por castigo, como se hace a través de las religiones, sino que esta tendencia nazca del corazón del educando.



A no pocos, podría parecerles que esto atenta contra la libertad individual, pero a ellos responde Barreda: “Lejos de ser incompatible con el orden, la libertad consiste en someterse con entera plenitud a las leyes que la determinan”. Es a través de la razón que se alcanza la libertad y no en el tormento como el que llevó a cabo la Inquisición cuando intentaba persuadir o convertir. El corazón, afirma, amará siempre lo que cree bueno.



Esta sistematización de la moral sobre bases positivas y evidentes es una imperiosa necesidad, se exige una regeneración que pueda llevarse a cabo desde la educación.



Al anterior opúsculo le sigue “Algunas ideas respecto de la instrucción primaria” que fueron presentadas para promover lo que pudiese ser útil para difundir la ilustración en México.



A la distancia todo se acerca y nos muestra una actualidad urgente; ninguno de los temas que aquí se tratan han quedado superados en nuestro país. Comienza con un dictamen: que lo que detiene a nuestro país en el camino de su engrandecimiento es la ignorancia. Camino ideal para la manipulación y el abuso de los pueblos. Y de ahí la premura que desde entonces exaltaba a este innovador para demandar la obligatoriedad de la instrucción primaria.



Pero una vez más se enfrentaba ante la idea de que obligar es atentar contra la libertad a lo que contraargumenta: ¡Como si su primer derecho no fuese el de vivir y el de procurarse su desarrollo y bienestar! La libertad no puede llevar al individuo a la calamidad, a permitir que el hombre sea un autómata o una máquina “que sólo puede andar por los rieles que se le han tendido de antemano. Esto sería apagar la luz del porvenir.”



La obligación de tener al menos la educación primaria es cuestión de progreso y de existencia social. Los padres tienen el deber de proporcionar una ración de alimento intelectual, esa es la contribución que abrirá las posibilidades. No hacerlo es igual a suicidarse, aun cuando se atentara contra esa libertad, quién podrá negarse al progreso, al avance, a la mejora.



En la segunda parte Gabino Barreda explica el método que debía seguirse para hacer posible la educación, pues no es cosa de abrir escuelas, sino de saber cómo hacer apetecible y real el conocimiento en los niños.



Para ilustrar no sirven la amenaza ni el castigo, ni quedarse en el mero ejercicio de la memoria, porque esto último hace creer que nada hay que hacer y que no queda sino aprender lo que ya otros hicieron.



Debe educarse en el cultivo moral, pero igualmente hay que cultivar intelectualmente, “allí todo se debe estimular, ejercitar”. Al intelecto hay que mostrarle la objetividad que nace de la observación, de la inducción y de la deducción. Los niños, lo sabemos todos, anhelan aprender, la prueba está en que preguntan los porqués de todo, sin embargo en las escuelas pierden esa viveza. Gabino Barreda asegura que eso puede superarse al usar las tendencias espontáneas del niño, no someterlo de lo ideal a lo material, sino al contrario, llevarlos a que desde lo material deduzcan lo abstracto.



Para que lo anterior sea posible se necesita también de un profesor instruido científicamente en todas las ramas de conocimiento,

para que sepan desenvolver las facultades de los niños, no suplantando el papel de las facultades del niño, sino acompañándolas.



En tiempos en que denostar parece ser el camino más popular, leer a Gabino Barreda y actualizar la modernidad de su pensamiento, obliga a la participación eficaz y verdadera en el avance de México, pues sus inquietudes y temas no han quedado rebasados.



Gabino Barreda (Puebla,1811-Ciudad de México,1881). Realizó estudios de derecho, química y medicina. Combatió durante la ocupación estadounidense del territorio mexicano y fue hecho prisionero en la batalla de Molino del Rey. En 1851 viajó a París y fue discípulo de Auguste Comte; a su regreso se dedicó a la enseñanza. Ejerció la medicina durante el imperio de Maximiliano y una vez instaurada la República, formó parte de la comisión que elaboró la Ley Orgánica de Educación Primaria que la establecía como obligatoria, gratuita y laica. Fundó la Escuela Nacional Preparatoria y fue su director de 1867 a 1868. Su formación lo llevó a crear la Asociación Metodófila, encargada de introducir el positivismo en México, que se convertiría en la doctrina oficial tanto de la educación como del Estado. Entre sus publicaciones se encuentran De la educación moral y Oración Cívica.



Gabino Barreda, Opúsculos, discusiones y discursos. Colección Cien de México, Conaculta; México, 2015. Pp. 111.



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