Cuando te vuelvas real, un paseo por los parques de la Ciudad de México
Ø De la mano del autor de la novela, se recrearon escenas de la obra en los parques Hundido y de los Venados, así como en la Alameda de Santa María la Ribera
Ø Los parques son una metáfora de la inocencia del ser humano: Horacio Garduño
Habría que mirar hacia atrás y recordar las décadas de los años sesenta y setenta en México: las Olimpiadas, el movimiento estudiantil de 1968, el Halconazo de 1971, el Festival Avándaro, las afrentas políticas y el aparente crecimiento económico.
En la rocola escuchamos Never My Love de The Association, It’s Too Late de Carole King o Triángulo de Los Baby’s, mientras, en una esquina del universo, Fabiana y Martín, de tres años de edad, se miran a los ojos por primera vez en el Parque de los Venados. Son los protagonistas de la novela Cuando te vuelvas real de Horacio Garduño.
La Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) siguió los pasos de esta pareja de amantes dentro del ciclo Visitas literarias, de la mano del propio autor de la novela, el pasado fin de semana.
Al inicio del paseo, en el Parque Hundido, el autor recordó que este sitio “realmente se llama Parque Luis G. Urbina. Aquí había una ladrillera, por eso, dicen, quedó hundido”.
Frente al audiorama del lugar, el escritor explicó las motivaciones de haber elegido a los parques como sitios clave de su historia: “La novela empieza en un bosque imaginario y a lo largo de ella los personajes mantienen su inocencia. El parque es una extensión de ese bosque y, a la vez, es una metáfora de la inocencia del ser humano”.
Rodeado por el ambiente matutino, entre corredores y perros, el grupo literario escuchó un fragmento de la novela en la voz de Garduño, uno en el que los amantes, al grito de la rebeldía juvenil y estudiantil, experimentan su primer encuentro sexual, en aquel parque ubicado en el sur de la ciudad.
Pensando en rolas como Yellow River de Christie, los participantes en el recorrido abordaron un camión con rumbo al Parque de los Venados, originalmente llamado Francisco Villa. Ahí, bajo la brisa de una de las fuentes (donde no está el venado), el autor relató el primer encuentro de la pareja: aquella tarde en la que ambos pequeños, negados a treparse en la selva de metales tronadores que eran los juegos, se miran a los ojos y se toman de las manos por primera vez.
Este parque, explica el escritor, es un homenaje a la nostalgia, pues fue la colonia en la que vivió su propia infancia. Entre los fragmentos que revisitó estuvieron el del padre de Martín, quien deseaba ser fotógrafo, y el de Laura, la mamá, quien tras el abandono de su esposo dedicó su tiempo a la pintura. Este personaje, refirió Garduño, surgió a manera de homenaje a la figura de la artista plástica Joy Laville, viuda de Jorge Ibargüengoitia.
La visita terminó en la Alameda de Santa María la Ribera, uno de los lugares más antiguos de la ciudad, pues, relató el autor, fue la segunda colonia fundada en la capital, después de la San Rafael.
Cerca de este parque, en la calle de Nogal, vivió el abuelo de Fabiana. El fragmento que compartió el escritor fue sobre la muerte de la madre de la protagonista, pues, abuelo y nieta permanecen algún tiempo en la colonia antes de mudarse lejos del Kiosco Morisco.
El autor comentó en entrevista que la idea de insertar los parques de la ciudad en la novela surgió, además, como “una reflexión alrededor de la manera en la que ahora son los centros comerciales los lugares donde la gente va a recrearse, en vez de los parques. Hago una especie de oposición, donde los parques mantienen esa especie de virginidad contra la modernidad mal entendida, conocida por el consumismo”.