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Libros 2018-06-08 17:47

Novela Morir como los pájaros evoca el cine de oro y el México del ayer

Escrita por Georgina Mexía-Amador



Novela Morir como los pájaros evoca el cine de oro y el México del ayer



Con un mensaje de igualdad de género, la autora despliega un relato valiéndose de recursos narrativos del viejo cine nacional


Georgina Mexía-Amador presentó Morir como los pájaros en el Centro Cultural Elena Garro. Su más reciente novela evoca la relación íntima con la época de oro del cine mexicano que durante décadas marcó nuestra educación sentimental y describe el naciente México moderno de los años cincuenta del siglo pasado como una película.



En el contexto de la trama de la historia que narra la vida de las hermanas Betancourt -Humberta, Irene, Fravia y Leonela- la autora externa un mensaje de igualdad de género, contra la lucha de las clases sociales y de rebeldía contra lo que estaba establecido.



“El cine funcionó como herramienta de distracción y subyugación emocional, político y económico” porque “¿qué mejor manera de exaltar la pobreza que poniendo al galán máximo del cine encarnando todos una serie de valores, que aguanta hasta el último sufrimiento… Obviamente yo tengo problema con eso postura”.



El personaje del carpintero en la novela encarna la “idea de que el pobre es necesariamente bueno, pero cuando contrastas a un hombre pobre con una mujer como el personaje de Flavia, que trabaja y sale adelante por sí misma, que no necesita a un hombre para que la mantenga, hay un choque”.



La joven creadora dijo que le interesaba contrastar la relación de mujer y hombre, también, en cuestiones económicas. “El hombre pobre está bien si trabaja y es honrado, si seguimos la lógica del discurso cinematográfico oficial”.



Pero cuando “llega una mujer independiente que tiene dinero, ahí ya no está funcionando. Ahí ya no funciona el hombre pobre, macho y trabajado, pero honrado, porque entonces se disloca el binomio hombre-pobre y mujer- abnegada”. Se debe a que “la mujer ya no es abnegada, se vale por sí misma”.



Georgina cuestionó: “¿qué pasa con la relación emocional? ¿qué pasa con la relación sexual, amorosa? Ahí hay una lucha de poder, porque el hombre, por antonomasia debe tener el poder y la mujer debería estar en su lugar, debajo del hombre. Es decir, la mujer debería estar económica y culturalmente sometida, en relación con el discurso oficial.



El editor Mario Raúl Guzmán Chávez expuso que al leer la novela es inevitable recordar imágenes de tantas y tantas películas, las numerosas tomas de las centrales camioneras y sobre todo de la terminal de ferrocarriles de Buenavista, cuando las hermanas protagonistas de las historias llegan a la capital y descienden del vagón de tren de la mano forzada de la media hermana mayor.



“Llegan de su pueblo, pero su mentalidad no termina nunca de llegar del todo. El sustrato rural de sus juicios es inasimilable al vértigo despersonalizado de la urbe”.



Y a manera de “joya visual engarzada en la experiencia de Flavia, la joven cuyas peripecias laborales y sentimentales llevan la voz cantante al habitar la ciudad de México. Es decir, al odiarla y amarla como en los dos poemas de Efraín Huerta que son uno solo que se desdobla, el Ángel de la Independencia cobra fuerza de símbolo en la visión íntima de la protagonista”.



Por ello “al contar la historia de sus personajes Georgina Mexía avanza en el relato valiéndose de los recursos narrativos del viejo cine mexicano. Hay escenas que son rendido homenaje a la época de oro, hay secuencias paródicas, hay otras que son una suerte de paráfrasis fílmica.



“Y uno ensaya repartos al ir leyendo el libro. En el papel de Flavia, acaso no es la jovencita Amanda de Llano, en llamas o la aún joven Alma Delia Fuentes. En el papel del licenciado, Abel Salazar o tal vez Roberto Cañedo…Y en el papel de la Victoria Alada …pues el Ángel de la Independencia que el transcurso de la novela actúa como una clave de la identidad capitalina, un hilo conductor del revés de la trama, un símbolo de la ciudad inconcebible”.



El escritor José María Fábregas indicó que las mujeres de la novela, sobre todo Flavia, vienen en dos espacios, uno físicos que es la Ciudad de México, una urbe hermosa que refleja la relación del país en términos sociales, su moral y la familia como en las películas de Joaquín Pardavé y Sara García, y otro emocional que es el cine de oro mexicano, fundamentalmente con la imagen de Pedro Infante.



Calificó de excelente la estructura gramatical de la obra en su construcción “porque la realidad que se presenta en la novela es como si uno estuviera viendo a través de un prisma que cambia de posición y ofreciera otro ángulo de la realidad.



“Esos diferentes ángulos están indicados, introducidos por tres personas gramaticales que le dan a la novela una gran variedad y riqueza. La tercera persona que es la que narra los hechos de una forma neutral; la segunda es como una voz interior que le habla a los personajes, como una narración alterna que atiende más a las emociones, y la narración en primera persona es como un acercamiento del personaje al lector, como si personaje le hablara al oído al lector cosas más personales en un tono confesional”.



AAD

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