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Noticias 2017-07-05 18:40

El pueblo acudió al Palacio de Bellas Artes a despedir a José Luis Cuevas

El pueblo acudió al Palacio de Bellas Artes a despedir a José Luis Cuevas


· Personas de todas las edades dieron el último adiós al autor de La Giganta


“¿Quién te dio permiso de que te vayas y de que nos dejes tristes?”, dijo Rubén Banda, hombre de más de 80 años, quien, con una paloma de la paz en la mano adornada con un moño negro, esperaba pacientemente a que las cenizas de José Luis Cuevas llegaran al Palacio de Bellas Artes, donde se le rindió un homenaje al célebre artista plástico fallecido el pasado 3 de julio.



“Me gustaba el arte de Cuevas. Se nos va uno de los mexicanos más revolucionarios y rebeldes. Qué bueno que le hicieron el homenaje aquí, en esta catedral de la cultura”, añadió don Rubén.



Desde temprana hora del martes 4 de julio, medios de comunicación se dieron cita en el recinto de mármol para registrar uno de los eventos más importantes en el mundo cultural: el homenaje que se rendiría horas más tarde a uno de los artistas más relevantes del siglo XX.



Estudiantes de las escuelas de Iniciación Artística del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) celebraban en la Sala Manuel M. Ponce el fin de cursos. Un globo azul, con las palabras “Adiós amigos”, surcó el cielo. Parecía un mensaje de despedida no solo de los alumnos, sino también del pintor.



Las notas de La barca de oro se escuchaban en un organillo, mientras las coronas luctuosas de diversas instituciones empezaban a llegar.



Los jóvenes estudiantes partieron a su celebración, mientras al interior del Palacio de Bellas Artes, a la una de la tarde en punto, los trabajadores comenzaban a colocar la alfombra roja y los ramos de flores blancas.



Una tenaz llovizna empezó a caer justo en el momento en el que la carroza con la urna de las cenizas del creador y su comitiva hicieron su aparición, a las 16:53, por el Eje Central Lázaro Cárdenas. La valla humana, sin moverse de su sitio, otorgó un aplauso al verlos llegar.



Mientras, en el vestíbulo del Palacio ya se encontraba una multitud esperando para despedir al maestro Cuevas y rendirle homenaje.



La urna fue colocada en un pedestal, mientras que un sonriente José Luis Cuevas, en una fotografía, parecía observarlo todo.



Con música de cuarteto de cuerdas, la primera guardia de honor la realizaron la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda; la directora general del INBA, Lidia Camacho; el secretario de Cultura de la Ciudad de México, Eduardo Vázquez; la viuda del creador, Beatriz del Carmen Bazán; el subsecretario de Diversidad Cultural y Fomento a la Lectura de la Secretaría de Cultura, Jorge S. Gutiérrez, y el subdirector general de Educación e Investigación Artísticas del INBA, Sergio Rommel Alfonso Guzmán.



Ximena, Mariana y María José, hijas del artista, fueron las siguientes en rodear la urna con las cenizas de su padre. Una ovación de los asistentes y el grito de “Vivan las Cuevas” se escucharon en el recinto.



A las 18:34, después de las palabras de la secretaria de Cultura, del arquitecto Fernando González Gortázar y del poeta Homero Aridjis, y de que otras personalidades, familiares y amigos del artista también montaran la guardia de honor, concluyó el homenaje. Nuevamente al salir la carroza, José Luis Cuevas recibió una fuerte ovación.



Entre el público que asistió a despedirlo se encontraba el también pintor Enrique Zavala. “Soy su admirador y conozco su obra desde hace muchísimos años. Yo también desde niño descubrí mi vocación y lo comprendía muy bien. Es una pérdida lamentable que sufre no solo el país, sino el mundo. Es y seguirá siendo un artista muy admirado por el pueblo mexicano”, refirió.



Juan Carlos Hernández López, joven ingeniero electrónico, señaló que acudió a la ceremonia porque Cuevas “fue un connacional que representó grandiosamente el arte mexicano. Esta una pérdida grande y hay que rendirle respeto al maestro”.



Luis Garzón, por su parte, manifestó: “Tuve la oportunidad de trabajar con él porque tengo un taller de gráfica que se llama Caracol Púrpura, en el que editamos unas diez piezas de obra numerada y firmada por el maestro”.



Otro asistente al acto, Guillermo Marín, rememoró que fue coordinador de Cultura en el Reclusorio Varonil Norte. “Invité al maestro en 1998 y fue a visitarnos. Todos los internos lo conocían y admiraron su arte. Estuvo más de dos horas compartiendo con ellos”, refirió.



Recordó, asimismo, que todos le pidieron autógrafos al creador, quien firmó carteles y libros, y que, incluso, dejó un lienzo con su firma como testimonio de que estuvo allí. “Fue maravilloso conocerlo, tratarlo y ser su amigo”, dijo Marín.


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